Ética o estética

Con treinta y nueve años dejaba atrás una existencia turbulenta, trágica y desmedida hasta el extremo

El 18 de julio de 1610 fue encontrado el cuerpo sin vida de Michelangelo Merisi, Caravaggio, en la playa de la pequeña localidad toscana de Porto Ercole. Con treinta y nueve años dejaba atrás una existencia turbulenta, trágica y desmedida hasta el extremo. Convertido en un mito, ya en su corta vida, Caravaggio pareció arrastrar siempre un sino oscuro y fatalista. Bravucón y pendenciero, espadachín siempre proclive a la violencia, se pasó media vida pintando y huyendo de la justicia papal por varias ciudades italianas. Que se sepa, había asesinado al menos a un hombre (otras fuentes apuntan a que, al menos, fueron dos) y se había visto involucrado en varios episodios de cuchilladas y duelos a espada saldados con varios heridos, casi siempre por causas menores que herían su orgullo y desmedida altivez. Huérfano desde muy niño, tras un breve episodio de aprendiz de pintor en Milán, llega a Roma con una mano delante y otra detrás. Allí convivirá con el hampa y los bajos fondos de la gran urbe, sobreviviendo a duras penas en un lugar donde la vida no valía nada. Muy pronto tiene ocasión de exhibir ante mecenas sus asombrosas facultades como pintor, encontrando encargos para iglesias y adquiriendo pronto una reputación -especialmente entre los artistas más jóvenes- verdaderamente asombrosa. Escándalo tras otro, Caravaggio cubría capillas con imágenes repletas de pobres diablos, de indigentes, mendigos o prostitutas que le servían de modelos, trasmutados así en santos y vírgenes; muchas de estas obras eran retiradas muy pronto del lugar de culto ante la controversia generada, pero todos coincidían en reconocer su talento extraordinario. Vivió como pintó; en este sentido, Caravaggio fue el primer artista de occidente que pulverizó el clasicismo que había caracterizado nuestra cultura desde la antigüedad grecorromana. Trituró la idealización de formas y tipologías representativas que, desde Platón, habían identificado, en indisoluble unión, lo bueno, lo bello y lo verdadero. Hizo tabla rasa con los modelos estatuarios y acudió a la calle, donde la vida era más cruel y tremenda, para coger sus personajes, a los que retrató con un realismo hiriente, terrible. Parió la más sublime belleza con las tripas y cloacas de la sociedad. Para colmo, vivió en exacta correspondencia de crueldad y autodestrucción. Desde entonces, el arte fue otra cosa y aprendimos a distinguir entre ética y estética.

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