Querida M.J.

Ya te he dicho que detesto el dolor que en Jerusalén está causando una decisión tan desacertada de Trump

Me percaté del desgarrón que las canas suponían en mi pelo, entonces crespo y negro, recién inaugurada la treintena. En el largo trayecto que hacía a diario subido en el ascensor hasta el pequeño y aireado piso que remataba un edificio de diez plantas levantado al otro lado de la Rambla allá por los años setenta, crucé la mirada con el reflejo que me devolvía el espejo cuando, entre un remolino, descubrí un incipiente mechón de cabello blanquecino. Luego, el tiempo contagió el resto hasta llenar por completo de canas mi cabeza. Recuerdo aquella punzante preocupación al separar con la punta de los dedos algunos rizos para ver con detalle aquel rastro ceniciento, con la cabeza ladeada para observarlo mejor, alborotando las sienes para disimularlo. Nada he podido hacer para evitarlo, desde el momento que no he querido enmascarar lo evidente tiñéndolo artificialmente de color. Esa inercia irremisible me hace darme cuenta de cuántas veces te he dicho a deshoras lo que sin embargo silenciaba en el momento en que realmente tocaba, de percibir cómo te me vas borrando poco a poco si no me empeño en sujetarte. Por eso creo que es necesario no sólo acertar en la forma sino en el tiempo. Es urgente saberlo porque esto se nos acaba pronto.

Ya te he dicho que detesto el dolor que en Jerusalén está causando una decisión tan desacertada como desmedida del Presidente norteamericano y que me arden las entrañas al ver que Goliat se asegure a fuego y sangre la victoria sobre David; y me reafirmo en que Europa hace bien en seguir apostando por mantener su acuerdo con una tan desconcertante como imprevisible Irán; que el proteccionismo "made in USA" solo se combatirá con firmeza; que me es indiferente si la joven pareja morada se compra una casa, un chalet o un cortijo, y si consultan o no a sus vecinos por el color de las cortinas tras las que crecerá su incipiente familia; que me sigue dando miedo, mucho miedo, que el principal objetivo de alguien tan catalán como racista, como es el nuevo Presidente de Cataluña, sea seguir entrompándose contra la legalidad a toda costa; y que los eurófobos y populistas italianos, de ambas esquinas, nos van a dar mucho de lo que escribir en el tiempo que viene. Todo eso es importante, pero ahora lo único que me desvela es el convencimiento de que no tengo nada mejor que hacer que procurar que los dos seáis lo más felices posible.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios