Viva Ricardo Rosado

No adelantar a un corredor desfallecido, poco antes de la meta de un maratón, es una muy aleccionadora conducta

Los héroes, en buena parte de sus manifestaciones, suelen ser anónimos, ya que la heroicidad no solo resulta propia de hazañas mayúsculas, sino también de comportamientos y conductas ejemplares. Cuestión relacionada es, asimismo, qué cuestiones merecen reconocimiento y fama; sobre todo, si se asocian a lo que no debiera merecerlo, justo por su escasa ejemplaridad.

Ricardo Rosado es el nombre de un destacado corredor madrileño que participó en el maratón de Málaga celebrado el pasado domingo. Concluir esa prueba, el maratón, ya es muestra de cierta heroicidad, pues se trata de una proeza grande. Todavía más correrlo, como ha hecho este maratoniano, a una medida de tres minutos y siete segundos el kilómetro. Basta con el intento de correr un kilómetro a ese ritmo -lo que no está al alcance del común de los mortales- e imaginar qué condiciones han de reunirse para hacerlo así durante cuarenta y dos. Cerca de la meta, Ricardo Rosado se percató de que Kiprono, de la africana élite de corredores maratonianos, desfallecía cuando llegaba, en el quinto puesto, a los últimos metros de la prueba. Decidió entonces no adelantarlo y ayudarle a llegar en esa posición que era la última reconocida con premio. Ricardo fue, además, el primer español en llegar a la meta y la organización le concedió tanto el premio correspondiente, mil euros, como los quinientos del quinto puesto en la clasificación general. Afirma el magnífico corredor madrileño “que fue algo instintivo”, y que “le salió de modo espontáneo”, aunque dé asimismo las razones: los valores transmitidos por su familia y entrenadores, además de los propios del deporte, máxime si es de resistencia.

Kiprono fue llevado al hospital, sin que pudiera hablar y abrazar a Ricardo, y tal situación de desmayo, más que del sufrimiento al límite, es propia de haberlo excedido y caer en la deshidratación, pero la frontera entre uno y otro estado no es a veces apreciable y atrae, sobremanera, tener la meta al alcance de pocos metros, después de haber corrido cuarenta y dos. Ejemplar lección la del maratoniano Ricardo Rosado, para que prevalezcan la honestidad, la conmiseración y el respeto. Por eso es un sencillo, y grande, héroe, merecedor de fama y reconocimiento genuinos. Espléndido maratón, Ricardo. Vivan los maratonianos como tú.

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