Mary Poppins revisada

El efecto bumerán del revisionismo lleva a utilizar, de manera inconveniente, términos sin ese uso original

Los males del presentismo, la proyección de los valores del presente en el pasado, no dejan de extenderse. A ello contribuyen, bastante, medidas o decisiones adoptadas por la no menos inconveniente, además de disimulada e hipócrita, doctrina de lo políticamente correcto. Si es que no concurre el eufemismo para expresar, de manera más suave o decorosa, ideas, hechos o circunstancias que, incluso sin llegar a ser malsonantes, parezcan duros y se tengan por ofensivos.

La película Mary Poppins -como asimismo ocurrió con Bambi, Dumbo, Peter Pan o Lo que el viento se llevó- ha sido objeto de revisionismo -más que de revisión- por el uso de un término, pronunciado dos veces, el de “hotentote”, que el Diccionario académico tiene por adjetivo, usado también como sustantivo, para, dicho de una persona, referirse a que es de una nación indígena que habitó cerca del cabo de Buena Esperanza, en el sur de África. Tales personas son de raza -cuidado con el término, que también está en el punto de mira- negra o, si se prefiere la locución, de color -sobreentendido que negro-, y el término “hotentote” no resulta ofensivo o injurioso, por lo que es de imaginar que, en España, Mary Poppins superará el celo revisionista. Sin embargo, la Junta Británica de Clasificación de Películas ha decido que, casi seis décadas después de estrenada, en 1964, la película de Robert Stevenson, producida por Walt Disney, no tenga la calificación de “apta para todos”, sino “con supervisión de los padres”. El motivo no es otro que el uso de la palabra “hottentot”, generalmente utilizada en Europa para referirse a los pueblos nómadas del sur de África, aunque el Diccionario Oxford lo considere un término “arcaico y ofensivo”. En la película, el almirante Bloom lo emplea para aludir a los protagonistas infantiles cuando presentan sus rostros ennegrecidos por el hollín.

Sostiene la Junta británica, tras sus investigaciones, que los padres están preocupados por “la posibilidad de exponer a los niños a un lenguaje o comportamiento discriminatorio que pueden encontrar angustioso o repetir sin darse cuenta de la posible ofensa”. Mas se olvida el efecto bumerán del revisionismo: reparar, advertir o corregir lo que originalmente es ordinario, revisionismo aparte, conduce a adoptarlo con fines precisamente inconvenientes.

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