¿Tienen derecho al aborto los hombres?

En el arduo y largo trabajo de la lucha por la igualdad entra también el poder ser o no padre

Hace poco tiempo el artista Bertín Osborne dejó impreso un titular en la biblia del corazón: “He decidido que no voy a ser padre, no quiero ejercer de padre. Si se confirma que es mío, yo ayudaré”. No han sido pocas las voces que han criticado al cantante en un sinónimo de abandonar a la que ya es la madre de su séptimo hijo (hasta que se demostrara con pruebas de ADN lo contrario) por no querer estar a su lado ni durante el parto y, por sus sinceras y futuras intenciones. ¿Tienen derecho los hombres al aborto? Difícil cuestión, ya que es la mujer quien puede engendrar al bebé y ella, y solo ella, tiene la legitimidad a decidir si quiere ser madre o no parir. Para eso está la ley del aborto. La respuesta a la pregunta, hoy, es un contundente no. Pero, si las leyes evolucionan en función del desarrollo social, ¿sería posible? La responsabilidad de un hombre sobre su paternidad ha estado decididamente ligada, le gustara o no, a la asunción de una responsabilidad inherente (no faltan irresponsables) a la gestación. Siempre se decía para tapar vergüenzas públicas: te has acostado con la chica, pues asume tu responsabilidad ¿Se le puede obligar a un hombre a ser padre en caso de que la mujer decida traer a este mundo, contra la voluntad paterna, al vástago? ¿Y si ella decide abortar y el hombre quiere ser padre pudiéndose transferir del embrión? Ser madre implica más deberes y condicionamientos que al varón por la sencilla razón de que el cuerpo femenino es la primera cuna de la criatura y le compromete de por vida. Pero además de lo físico, hay que pensar en el vínculo emocional. Si el hombre no desea ser padre, si no se ha podido convenir entre los progenitores una decisión coincidente, es decir, una quiere ser madre y el otro no, al hombre se le condena a una obligación sensible de por vida, aunque se haga responsable del mantenimiento económico. Por lo tanto, se está comprometiendo a un hombre a ser padre en contra de su voluntad cargando sobre el negacionista a cruzarse en el recorrido de la vida con un ser inocente que hará preguntas que implicarán respuestas y comportamientos que quizá, como no llegue a comprender, se conviertan en odio. Odio, o una reconciliación futura entre dos adultos que concilien su relación lejos de la decisión inicial materna. Es un debate tan delicado como difícil, pero, entiendo que, en el arduo y largo trabajo de la lucha por la igualdad entra también el poder ser o no padre.

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