La tapia con sifón

Congelados al poder

Uno de los últimos logros es la tortilla francesa congelada. Se acabó la servidumbre intolerable de batir huevos

Más congelados se incorporan a la ya enorme lista de productos, precocinados y platos que usa nuestra hostelería, se supone que como apoyo a la pretensión de ser capital gastronómica en 2019. Uno de los últimos logros es la tortilla francesa congelada. Se acabó la servidumbre intolerable de batir huevos. Los que emplean los fabricantes deben ser tirados de precio ya que venden la caja de cincuenta tortillas casi por el precio de cincuenta huevos y eso que llevan además un puñado de ingredientes, como vemos en la composición de una de las marcas: huevo líquido pasteurizado, (89 %), clara de huevo (9 %), sal, lecitina de soja, carragenatos, goma xantana, goma garrofín, goma guar y aceite de oliva. Mas el envase, transporte, cadena comercial... El beneficio del bar no lo veo claro, porque aunque cuesta algo menos tiene más trabajo, ya que hay que calentarla un buen rato (5 minutos por cada lado en sartén con untada de aceite o 2 minutos por cada lado en microondas y dejando reposar otros 2 minutos antes de servirla en el mismo plato). La única explicación que se me ocurre es que no saben hacer una tortilla francesa. Ya conté el caso de unos amigos que pidieron en un desaparecido bar de la calle Conde Ofalia una tortilla francesa para un crío de pocos años. Dicen que la cara de los empleados fue de absoluto desconcierto. Otros congelados que se están imponiendo son los filetes de diversas carnes, muy finos y, con seguridad, congelados para ser cortados a máquina, ya que se ve el hueso perfectamente liso por ambas caras. Son todas las piezas de tamaño y forma similares y de grosor idéntico, apenas unos milímetros. Y lo peor es que son absolutamente insípidas. Me han puesto en varios locales céntricos falsas chuletas de cordero o supuestos churrascos, que si los probara a ciegas sería incapaz de decir de qué animal proceden. Para compensar, supongo, siempre me los han puesto muy pasados y con exceso de sal. A saber de donde proceden. Vienen en cajas de dos o tres kilos, cortados y congelados y a precio de saldo. Con semejantes ventajas no es raro que se esté extendiendo su uso. Para compensar, les sugiero las chuletas de cabrito (IGP Filabres) que bordan en Nuestra Tierra, a 12 € los 200 g y con unas sabrosas patatas de aquí estupendamente cocinadas. Pruebe, compare y margine a los tramposos.

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