Hace semanas que un canal privado de TV suprimió la serie de humor Los Simpsons a la que yo soy adicto. Como protesta por eliminar Los Simpsons cambié de canal y pasé como espectador a TV 1. Me enteré que antes de comenzar el noticiario de las 15 h. hube de tragarme un largo repaso a eso que se llama "magazine rosa" poco compatible con mi nivel de colesterol. Y aumenta mi estupefacción día tras día porque resulta que sin interesarme nada, esto me interesa desde la observación de este fenómeno que arrasa en audiencia. Poco a poco me voy familiarizando con esta casta que en términos cursis se entrecomilla "socialité" , la mayoría de ellos sin profesiones conocidas y sin embargo considerados "personajes" de relevancia social impostada por los medios audiovisuales. Así me entero que una chica de buen ver se la considera por ser una "extravagante".¿ Que ocupación o profesión para aclararnos? Pues ser "extravagante", ni más ni menos. Y una diseñadora a la que no se le conocen clientes capaces de ponerse una de sus originales prendas pero se la considera por el mérito superior de ser "provocadora". !¡Tela marinera¡! Me embarga la emoción al escuchar a la presentadora de la tele anunciando con sonrisa de lagarto a la" provocadora". Y un cantante que ruge y grita mientras alardea de un corte de pelo de lo más sencillo, un meridiano de la cabeza sin cabello alguno y del otro hemisferio cuelga una melena abrumadora. La esencia de su arte consiste en ser "rompedor", me quedo sin aliento. Un cantante que no canta, sino que chilla sin música ni letra comprensible pero es rompedor. Esto no lo había imaginado en mis limitaciones almerienses. Y así hasta los muchos y muchas que viven de las "exclusivas a la prensa del corazón a o las televisiones basura. En su mayoría estos vividores avispados no cuentan con profesión digna de resaltar. Algunos o muchos solo por ser hijos o hijas de tal o cual o por triunfar en algún programa basura de la reality show . No ha de resultar sencillo mantenerse en el candelero y para ello recurren a bodas falsas, a divorcios igualmente falsos , falsos novios o falsas novias y una vida tan artificialmente falseada que ellos mismos no la reconocerían en la vida real. Estrellas decadentes, agresivas tertulianas, presentadores / presentadoras alienados en la vulgaridad. Incluso alguna luciendo su embarazo ante las cámaras, a cambio naturalmente de la pasta gansa. Una competición de botox y estiramientos , de dientes de nácar y senos insuflados. Una colección de mediocridades que asustan.

Ese es el espejo de lo que ocurre en buena parte de las televisiones; publicas, autonómicas o privadas. Todo este basurero consume espacios muy costosos y con abundante publicidad lo que significa audiencia. En fin, eso es lo que hay. Pero no debemos sorprendernos de nada de esto. Lo inquietante es que en esta pobre realidad se refleja la base social donde se nutren los que deciden nuestro presente y futuro. Y me importa poco que estas líneas puedan afectar el ánimo de algún lector, porque no todo lo reprochable reside en la baja calidad de la clase política sino en la sociedad que la alimenta. Y ahí estamos todos nosotros, los que consumimos espacios donde se remunera a personajes de cartón piedra con sumas astronómicas muy por encima de los esforzados trabajadores del campo, mineros, pescadores, albañiles, autónomos, de los meritorios médicos, policías, guardias civiles, enfermeros, profesores, académicos, investigadores, virtuosos que conocen la música, las artes y todas profesiones y oficios dignamente trabajados duramente jornada tras jornada. Ellos son la base del progreso en cualquier país del mundo. Pero aquí no se contempla el mérito, ni el esfuerzo ni el progreso en su justa consideración. Basta con ser capaz de escenificar algún escándalo para que las cámaras te sigan hasta la extenuación. Realmente nauseabundo.

Mientras escribo estas líneas, compruebo las cifras de jóvenes investigadores, médicos, enfermeros, ingenieros, arquitectos, profesores, personal cualificado que emigra de España en busca de mejor porvenir en la UE, EEUU, China, Japón , Australia, etc. Cifra espeluznante y preocupante en cualquier país desarrollado. ¿Preocupa esto al conjunto de la sociedad española? parece que bastante poco por el nivel de exigencia en la ejemplaridad y la excelencia, palabras a punto de desaparecer del diccionario. Será por ello que los políticos de turno atienden singularmente la alineación a la baja de una sociedad aletargada en sus niveles de exigencia. Los medios informativos y singularmente los canales de TVs son más influyentes que todas las universidades juntas. Y los que más influyen son precisamente estos programas que acabo de descubrir. Se podrá decir que este artículo es propio de un viejo gruñón. Pues habré de asumirlo porque es cierto que soy viejo aunque trato de ser útil en la crítica de todo lo que se mueve. Para eso me hice periodista y no veterinario.

La cuestión parece baladí y no lo es. Ocurre que se ha asimilado como algo normal y divertido, cuando cabría otro tipo de diversión y entretenimiento basado en la inteligencia, el buen gusto y la dignidad personal y colectiva en esto que se llama democracia moderna Por supuesto de información y opinión, la cuestión es donde se pone el nivel y como se puede ilustrar a una sociedad contemplativa. Cierto que hemos ganado en libertades y derechos, pero junto a estos logros de la democracia habría de asumirse unos mínimos de responsabilidad social. Y de dignidad hacia nosotros mismos. Ignoro que ocurre en otros países, tal vez lo mismo, pero aquí interesa España y el futuro y presente de los españoles. Y la educación como base indispensable de una sociedad desarrollada y madura. La educación no se limita a escuelas, institutos y universidades, que es otro tema no poco importante, sino a los medios capaces de influir ayudando a formar la conciencia colectiva alimentada con ciertos niveles de exigencia, de valores sólidos y de calidad personal.

De este modo podría ser posible aminorar el rosario de lamentos que llora por una generación perdida sin presente ni futuro que no sean esos divertimentos que definen una sociedad decadente. No miren con gesto torcido al PP, ni al PSOE, ni a Cs, ni a Podemos. Nosotros somos nuestro propio espejo.

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