La tapia con sifón

Vino y civilización

Que el vino tiene múltiples ventajas salutíferas lo dice la sabiduría popular: limpia el diente, sana el vientre y alegra la mente

No conocía la existencia del filósofo Edward Slingerland, pero ya me lo he apuntado entre mis autores de cabecera por su reciente libro "Borrachos. Cómo bebimos, bailamos y tropezamos en nuestro camino hacia la civilización". Entre otras consideraciones, dice que el alcohol "mejora el pensamiento lateral, lo que activa nuestra creatividad, y es un facilitador de la sociabilidad: reduce las inhibiciones y aumenta elementos químicos de la felicidad como la serotonina o las endorfinas". Que el vino tiene múltiples ventajas salutíferas lo dice la sabiduría popular con menos palabras: el vino limpia el diente, sana el vientre y alegra la mente". Eso sí, tanto el citado autor norteamericano, como la más ancestral sabiduría coinciden en que la moderación en el consumo -la dosis- es fundamental. El exceso es altamente pernicioso; decía el Arcipreste de Hita que el vino "muchas bondades tiene si se toma con mesura; al que de más lo bebe, sácalo de cordura". Una medida sabia es la que suele aconsejar mi viejo amigo Manuel López Alejandre, uno de los máximos expertos europeos en el mundo del vino: media botella de fino tomada entre dos amigos, debe durar lo que dura un toro en la plaza. Es decir dos copas cada uno a lo largo de veinte o veinticinco minutos. Porque la dosis adecuada no solo incluye la cantidad, también el ritmo. Los dos o tres copazos rápidos de los botellones o de los fines de semana nórdicos hacen un efecto completamente opuesto al que se persigue con nuestra ancestral manera de beber en compañía, lo que también recalca Slingerland: la sociabilidad. Y también con algo de comer, aunque eso no lo dice el norteamericano, que habla de alcohol en general. O sea, que en el caso del vino, con nuestra clásica forma mediterránea de consumo, es aún son más claros sus efectos beneficiosos. Y para la alegría, ahora que tanto se habla -con motivo- del empeoramiento de la salud mental en nuestras sociedades avanzadas, en las que la soledad y la falta de empatía hacen estragos en todos los aspectos de la vida. Incluido, claro, la política de al enemigo ni agua. En una tablilla china del siglo III a.C. se lee: "La armonía entre los Estados se propicia bebiendo vino". Hombre, Feijóo, Pedro, tomaros un par de albariños y charlad un rato algo relajados. A todos nos iría mejor. Y ellos también les mejoraría el colesterol, la tensión arterial y la otra.

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