Hace poco cité aquí el azolimoje y, por si alguno no lo sabe, le aclaro que es uno de los nombres que recibe en la Alpujarra un tipo de ensalada. En muchos pueblos se llama remojón, pipirrana en Fondón, plato lindo en Laroles; también hay dos muy parecidas en Fiñana y en Tabernas, ambas con el nombre de zaramandoña. Son comunes a todas el bacalao, aceitunas negras, ajos y/o cebollas (crudos o asados), y añadidos que pueden ser varios de los siguientes: papas cocidas, naranja, tomate seco, pimiento seco, huevo duro…y aceite de oliva, por supuesto. Si lo vuelvo a traer aquí hoy es porque alguien que lo estaba comiendo cerca de mí comentó que el plato tenía un aire muy moruno. Supongo que por el apellido “alpujarreño”. Pero ocurre que las patatas, el pimiento y el tomate no se incorporaron a la cocina española –y más tarde a las europeas y africanas- hasta mucho después de que los moros se fueran de España. Creo que ni Aben Humeya llegó a comer pimientos, tomates ni, mucho menos, patatas que fueron las más tardías en entrar en nuestras cocinas.

Lo mismo ocurre con las habichuelas, judías o alubias, que con estos tres nombres las llamamos en español. En inglés, con su poca tradición culinaria, tienen menos nombres diferenciales: a la habichuela la llaman “bean”, lo mismo que a las habas, que sí existían en nuestro viejo mundo desde tiempos de Salomón, o más allá. También a langosta y bogavante les aplican el mismo nombre: lobster. Ya sé que afinando mucho los nombres de habas y judías son “broad beans” y “haricots beans”, pero en el habla son “bean”. Este largo proemio viene porque releyendo una novela histórica sobre la época del Imperio Romano, en un pasaje dice que no podían poner judías en los féretros. Un desliz del autor, porque las alubias llegaron a Europa trece siglos después de la época en que se desarrolla la novela. Serían las habas. Puede que el en texto pusiera solo “bean” y al traductor se le fuera la olla. Para rematar, les dejo con una anécdota. En la Fira de Barcelona, hace un puñado de años, coincidimos varios almerienses y nos fuimos a comer juntos. En la carta del restaurante había “botifarra amb mongetes” y varios lo pedimos. Un colega jovencillo se apuntó; se ve que no tenía ni idea de lo que era, porque cuando llegó el plato respiró aliviado y se le escapó un “¡Anda, si son habicholillas”!

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