En tránsito
Eduardo Jordá
Mon petit amour
En la noche del 31 de diciembre se celebra el cambio de año, comenzando un nuevo ciclo solar, cuando la luz triunfa sobre la oscuridad. Es tiempo de nuevas intenciones, de reparación o cambio.
En la antigüedad todos las culturas conmemoraban la venida del nuevo año. En aquellas de calendario lunar daba comienzo con la entrada de la primavera, oscilando esta fecha entre el 1 y 25 de marzo.
Nuestro calendario procede del romano, donde encontramos fechas y fiestas similares a las nuestras. El año comenzaba en marzo, de acuerdo al calendario lunar instaurado por Rómulo, el cual constaba de diez meses, no considerándose el invierno en el cómputo de los días. El siguiente monarca, Numa Pompilio, estableció doce meses, añadiendo enero, en honor de Jano, y febrero, mes de purificación, último mes de su año civil. En marzo comenzaban las actividades públicas, trabajos agrícolas y guerras. Era cuando se elegían a los cónsules.
En la cultura indoeuropea, el inicio del solsticio de invierno era celebrado con ritos, sacrificios y regalos. En la primitiva Roma coincidía esta fiesta con el 17 de diciembre, en honor a Saturno, protector de las cosechas.
Esta festividad se institucionalizó en el 217 aC, con objeto de elevar la moral pública, debido a las derrotas sufridas por los ejércitos romanos ante Aníbal. Se establecieron inicialmente dos días, que pasaron a tres y posteriormente hasta el 23 de diciembre. En esos días cerraban los juzgados, la magistratura, no se trabajaba, incluso los esclavos descansaban, eran las fiestas Saturnales, celebrándose grandes bacanales, sacrificios y regalos.
Fue debido a las guerras numantinas, en 153 aC, cuando la urgencia hizo adelantar el nombramiento de los cónsules al 1 de enero, inicio del año civil. Julio César estableció el año solar de 365 días, manteniendo ese día como Año Nuevo. Fue con los papas San Silvestre, que murió el 31 de diciembre, y Julio I, cuando se santificó el 25 de diciembre, con la ayuda del emperador Constantino, y se inició la erradicación de las fiestas finales de diciembre. En éstas se realizaban regalos, en honor a Jano, y se deseaba buena suerte para el nuevo año. Jano era la puerta al nuevo ciclo, señalando el pasado y el futuro incierto que comenzaba.
En la Edad Media se volvió a considerar marzo como inicio de año, a partir del calendario de Justiniano, 536 dC, volviendo al 1 de enero en 1582 con Gregorio XIII, tras el Concilio de Trento.
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