En tránsito
Eduardo Jordá
Mon petit amour
Por fin termina un año en el que el narcisismo de la gestión pública se ha rendido al marketing del ‘yo’. Es la política de políticos inmaduros que confunden la resiliencia con el afán por colonizar el próximo titular. Sustituyen el sentido del buen gobierno y crean capítulos amargos a nuestras vidas. Mientras se miran en el espejo de su ego, la ciudad se desdibuja en una gestión irreal: la prioridad, en realidad, ya no es el bien común, sino la supervivencia de su propio relato, esa tiña que terminará por devorarlos. No tiene Almeria un Muro de las Lamentaciones donde colocar secretos papeles entre sus rendijas para materializar el deseo publicitado por la alcaldesa - “Respirar, Sentir, Vivir Almería”-, pero tiene, en lo alto del Cerro de San Cristóbal, una hermosa estatua en mármol del Sagrado Corazón, a la que el Ayuntamiento se encomendó tras la riada de diciembre de 1927.
La benefactora económica de esa hermosa estatua, obra de José Navas-Parejo, que se eleva a 105 metros sobre el nivel del mar, imaginó que “El Santo”, como pronto lo bautizaron los almerienses, fuera faro moral y referencia visible en tiempos de dificultad. Así, la ciudad y su gente encontraron en el mármol un punto de encuentro entre lo humano y lo espiritual, entre lo cotidiano y lo trascendente.
Ayer caminé hasta subir a ese cerro para contemplar el majestuoso horizonte sobre la ciudad. Allí, desde las escalinatas, observé los magníficos edificios de La Rambla, el Paseo de Almería y calles colindantes, cuyos moradores invisibles disfrutan de una renta media cercana a los 50.000 euros anuales.Y no pude evitar pensar en la distancia que separa esos ingresos de los 11.000 euros anuales que condenan a barrios populares como La Esperanza, Las Trincheras, Fuentecica-Quemadero, El Puche o La Chanca, que marcan los rankings nacionales de pobreza por renta, olvidados, una vez más, en los presupuestos municipales para el nuevo año.
No sabría decir qué sentido real tienen los eslóganes del consistorio -“La ciudad de todos”, “Tú eres la ciudad” o el último, “Respira, Siente, Vive Almería” -Mensajes que se repiten uno tras otro y al infinito, para recordarnos un sentido de pertenencia, pero que acaban siendo como un frente frío que se estrella contra la desigualdad territorial y social de una ciudad que sigue fragmentada año tras año. Para respirar, sentir y vivir, esta ciudad necesita algo más que el barullo de eslóganes hueros que no cambian nada. Necesita que esos miles de almerienses respiren el aire fértil de la dignidad y el respeto para que el nuevo año sea un latido donde la vergüenza no sea la pobreza invisible de esta ciudad, sino la de quienes la gobiernan. Feliz Año Nuevo.
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