Dos aguas

Dos aguas

Estar bajo dos aguas no es lo mismo que nadar entre dos aguas, aunque las locuciones se asimilen un tanto. Las techumbres de las casas y edificios y sus cubiertas exteriores, así dispuestas, son bien conocidas y reconocibles, además de simbolizar la vida hogareña con una “casita” armoniosa. Por otra parte, estar bajo dos aguas no se parece a estar bajo un techo de cristal, por cristalinas que resulten las aguas si se piensa en su genuino estado natural, que no en el uso del término para denominar cómo es un tejado. Ya que, de puertas adentro de la casa, y bajo los techos que descansan sobre los muros, la convivencia transcurre de muy distintas y dispares maneras. Infranqueables parece que deben ser las puertas, si no se abren por voluntad de los moradores, pero necesario en ocasiones es forzar el acceso cuando la intimidad y la reserva no corresponden a lo que debe ser protegido, pues ocultan tropelías que urge evitar o impedir. Entonces, ante atropellos inadmisibles, tampoco cabe nadar entre dos aguas. Expresión con la que se refiere ese estado en el que no se adoptan resoluciones o medidas por razones de cautela, poco procedentes cuando importa salvaguardar causas mayores. Morada antigua, la de la imagen, pero a propósito para la connotación bajo y entre dos aguas.

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