Me quiero bajar

El mundo parece haberse vuelto insoportable. El grande, el mediano y el chico. El artificial y el natural

Dice el Génesis que cuando Noé soltó a una paloma, cesada la lluvia, tiempo después de estar en el Arca, la paloma volvió porque no encontró donde posarse. Todo seguía inundado. Antes había mandado a un cuervo, que iba y venía (¿alimentándose de carroña?). Una semana después, volvió a soltar a la paloma que, esta vez sí, volvió con la rama de olivo. ¿A qué viene la reproducción del relato bíblico? A que recuerdo aquella consigna de los años sesenta que, parecido a la primera respuesta de la paloma, decía: “Que paren el mundo, que me quiero bajar”: es difícil posar pie. El mundo parece haberse vuelto insoportable. El grande, el mediano y el chico. El artificial y el natural. Uno se despierta el pasado sábado y se encuentra con un ataque brutal por parte de Hamás, grupo palestino calificado de “terrorista” que, después de padecer ataques y desafueros cometidos por el Estado de Israel durante decenios, reacciona violentamente y mata y secuestra a cientos de israelitas. Y luego escucha uno que el Estado de Israel reacciona con más violencia todavía, apoyado en su superioridad militar, y bombardea y mata indiscriminadamente a cientos de habitantes de Gaza y refuerza el cerco para que no puedan llegar recursos. Y durante todo un año hemos estado oyendo las sinrazones también violentas de los rusos en Ucrania, noticias que ya no nos sobresaltan porque el alma se nos ha encallecido. Y también vemos las barcazas que traen a miles de refugiados procedentes del África, del norte y del sur del desierto del Sahara, huyendo de la miseria y también de la violencia. Y la naturaleza, para no ser menos, retumbando desde las entrañas y sembrando el miedo y la muerte sobre la corteza. Y las inundaciones por el cambio climático. Y, para no ser menos, nuestro ambiente sociopolítico irrespirable. Nos encontramos con grupos enfrentados, irreconciliables, con tendencias opuestas, una tesis y una antítesis que rivalizan por huir sistemáticamente de la síntesis: dos nacionalismos algo cerriles que fuerzan a tomar partido y nos dividen y nos hunden. Y cuando alguien, movido por intereses espúreos o humanitarios, intenta mediar y resolver el enfrentamiento, termina como las bisagras: machacado entre la puerta y el marco. Parece que en estas circunstancias solo tienen cabida los cuervos. Por lo que, si quieres ser como la paloma, es mejor quedarse en el nido y no asomar la cabeza. Difícil arreglo tiene esto.

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