El valor de lo cercano

Hay unos movimientos de base cuyo único interés es dar a conocer a los propios un patrimonio que muchos de ellos desconocen

Afortunadamente, la realidad es polimorfa. Leer parte de la prensa, o escuchar tertulias radiofónicas o, y esto ya es el colmo, prestar atención a los debates parlamentarios, puede darnos una visión de la realidad que nos lleva al pesimismo antropológico de la peor especie. Claro que si, para colmo, atendemos al contenido de las noticias de guerras en tantas partes del mundo, o la necesidad que obliga a tantos a abandonar sus países de la manera que sea, o escuchar a unos terceros cuyo principal objetivo en su acción política es la deportación masiva de aquellos que no han tenido otra forma de entrar en España que recurrir a la puerta de atrás, entonces nuestra visión derivada de esta imagen especular podría conseguir aborrecernos a nosotros mismos: lástima de humanidad. Sin embargo, es posible trascender esa primera impresión. Porque, como dije al principio, la realidad es polimorfa. Hay otras muchas actividades, otra gente, otros intereses y, por qué no decirlo, otras ilusiones que permiten superar esa primera impresión. Estoy observando de un tiempo a esta parte que hay un buen interés por conocer y valorar las pequeñas cosas cercanas que parecen haber estado olvidadas. No me refiero a esas propagandas institucionales, algunas de ellas francamente cursis y dirigidas exclusivamente a la gente “de fuera” para que nos visiten con un interés puramente crematístico (que están dando lugar a resultados no deseables: multitudes apiñadas en lugares que no permiten respirar a los que allí habitan). Me refiero a unos movimientos de base cuyo único interés es dar a conocer a los propios un patrimonio que muchos de ellos desconocen, simplemente porque ha faltado conexión informativa entre las distintas zonas de una comarca, lo que nos hace pensar que estamos más “despatrimonializados” de lo que estamos. Esa falta de información nos provoca a veces cierto complejo de inferioridad respecto de otras poblaciones y no sabemos cómo decirnos a nosotros mismos que no tenemos por qué envidiar a los demás. Pero esa sensación se puede superar dando a conocer ese propio patrimonio desconocido para la mayoría de los cercanos. Un movimiento que tiene esa finalidad ha surgido, por ejemplo, en Lubrín, movimiento en el que estoy participando. Se llama “Patrimonio Cultural de Lubrín. Estudio y puesta en valor”. Habrá en otros muchos sitios la misma inquietud. Ánimo a todos. Tenemos más de lo que nos creemos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios