Jugando con la realidad

Hay algunos desarrollos tecnológicos que me invitan a volver a la reflexión sobre la realidad

Me están entrando ganas de envolverme con los problemas metafísicos. Fue un área que cultivé en tiempos pasados, si bien bastante pretéritos. Me vi pasando horas con lecturas de Heidegger que, dada mi corta edad, no terminaba de entender por completo: aquel Ser y Tiempo con el que podía quemarme las pestañas con escasos frutos. Aquello me llevó a cambiar de ámbito filosófico, y desembarqué básicamente en la lógica, y seguí otros derroteros. Sin embargo vuelve a picarme la cuestión metafísica por excelencia, el asunto de LA REALIDAD. Dando por sentado que aquella otra pregunta (¿por qué existe el ser y no la nada?) que, fríamente considerada, carece totalmente de respuesta, hay algunos desarrollos tecnológicos que me invitan a volver a la reflexión sobre la realidad. Tenemos muchos precedentes en la historia de la cultura que se plantean una cuestión similar. Obligado es citar a Platón con la duplicidad de mundos; en pleno siglo XVII nos encontramos a los coetáneos Descartes y Calderón para los que la existencia del soñar nos amargaba la vida inmersos en la duda continua, duda que también viviera el niño de Machado que soñaba un caballo de cartón. Bueno, y Matrix. Pero ahora se me están planteando otras cuestiones. Me refiero a eso que llaman “realidad aumentada”: esas gafas que uno puede colocarse sobre las narices y sin moverse del sitio puede contemplar cualquier panorama, a voluntad. Lo que más me llama la atención es la unión de esas dos palabras: “realidad” y “aumentada”. ¿Qué querrán decir, en primer término, con la primera? ¿Es “real” todo lo que se percibe? ¿Estaremos convirtiéndonos en epígonos de Berkeley, para quien la realidad se constreñía a “lo que se percibe”, como si el simple hecho de estar contemplando algo a través de ese artefacto tecnológico estuviéramos construyendo algo real, algo “que es”? Claro que la presencia de “aumentada” parece avalar esa tesis. Tenemos un mundo “real” limitado, disminuido, que conocemos por la percepción directa, sin necesidad de usar las dichosas gafas. Pero en el momento en que nos las ponemos es como si al percibir con ellas vinieran “cosas” a la existencia, cosas que, antes de percibirlas con las gafas no existieran y que dejaran de existir al momento de despojarnos de las gafas. ¿Una nueva metafísica en el que el “todo se mueve” de Heráclito es un constante tránsito no-ser/ser/no-ser a voluntad? ¿Seríamos unos creadores de pacotilla? ¿O es un uso espurio y engañoso del lenguaje?

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