Nuestros referentes

No tener buenos referentes nos hace pobres en el ánimo y en el pensamiento crítico, deshumanizados.

Abote pronto siento algo parecido a la nostalgia cuando pienso en la relación de referentes culturales del presente. Y digo nostalgia porque la comparación con otra época pasada es peor. En otro tiempo en la cultura pululaban nombres como Unamuno, Ortega y Gasset, Aranguren, etc. Y en otros campos: Miguel Rios, Berlanda, Saura, etc. No quiero seguir nombrando más por eso de la añoranza. Había una lista de referentes que aportaban y contribuían a aquello que llamábamos cultura popular, entendiendo por esta el contexto donde el consumo de cultura es más público y próximo a la ciudadanía. No por eso la cultura estaba exenta del orden político y del ente del poder, pero al menos había una calidad y conexión con el pueblo memorable. No obstante ahora nuestros referentes en el presente no gozan de esa reputación. Grosso modo, porque esto es una reflexión, no aportan una visión positiva del entorno sino al contrario contaminante. Y con esto pretendo decir que más que dar un servicio a la muchedumbre exige que la muchedumbre le de un servicio, lo cual es sorprendente. Pondré un ejemplo. Por lo general los influencers, los actores, culturetas, necesitan cotas de audiencia para poder existir. Su labor no es desinteresada sino que compite con la de otros. En otra época un referente tan solo ejercía de sí mismo y su acción individual generaba un seguimiento que no se apagaba cuando ese seguimiento desaparecía sino que formaba parte de la memoria colectiva. Sin embargo en esta cultura de la inmediatez la memoria es a corto plazo y el referente que no obtenga popularidad rápidamente se extingue sin dejar huella de su paso entre una la infinidad de archivos digitales que se confunden entre sí. Esto incide en la calidad del referente. Además de que no ofrece un contenido personal, sino contaminado por la competitividad, tampoco ofrece un servicio. En su propio beneficio, el de existir, sus metas no son la de aportar sino la de exigir a la muchedumbre. Por eso, salvo excepciones, el discurso de los referentes actuales es pobre y está contaminado. No tenemos buenos referentes y eso nos perjudica porque crean cultura tóxica y esta se expande. Somos lo que vemos en la televisión, en los pocos libros que leemos, y en las redes sociales. Y no tener buenos referentes nos perjudica. Nos hace semejantes de una cultura pobre y deshumanizada. Por eso tengo añoranza.

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