No sé si el lector lo percibe pero hay libros en los que se nota la pluma de quién lo escribe, y con esto no estoy haciendo un análisis superficial sino todo lo contrario: ulterior. Existen textos en los que se nota la personalidad del filósofo que lo escribe y eso es lo que sucede en el libro de Francisco J. Fernández, Nanna, en el que no solo se divisa un universo personal sino además donde se observan propuestas sobre cómo hacer la propia vida y cómo hacer de la vida una obra de arte. ¿Se puede hacer eso? Para quienes no lo sepan Nanna es una comedia romántica que sucede en el entorno rural, un contexto nada acostumbrado a este tipo de sucesos que se complican cuando la protagonista, viuda, busca encuentros amorosos del todo interesantes para el lector. No sé si puede decirse que el autor ha podido disfrazarse de mujer a través de su pluma pero si puede decirse que si lo ha hecho lo ha hecho con el bisturí de un filósofo reflexivo que ha experimentado con la protagonista y con el género. Este libro además supone un giro en la obra del autor, acostumbrado a ensayos. La novela en primera instancia supone un nuevo género que nos trae a otro Francisco Fernández, tal vez uno que dialoga con el anterior y sus propios ensayos y que vierte parte de ese diálogo en su nueva obra. De profesión profesor de filosofía en las enseñanzas medias cuenta con un buen currículo además como ajedrecista. Quizás la protagonista es una de las piezas de una complicada trama rural en la que el erotismo representa el tapiz filosófico de lo humano. ¿Es posible hacer de la vida de uno una obra de arte? ¿Es posible ser el autor de uno mismo? Me gustaría pensar que si, y que es eso lo que la protagonista pretende precisamente, acaso el autor. Pero sobre todo me gustaría pensar que a eso mismo debe aspirar el lector. Lo publica en Con M de mujer, una editorial dedicada básicamente a temas femeninos. En realidad la propuesta literaria tiene todos los elementos para despertar la curiosidad: el erotismo en un entorno poco acostumbrado, la búsqueda de lo no vivido, las connotaciones creacionistas o autocreacionistas, los autodescubrimientos, los encuentros, los desencuentros, etc. Creo que la lectura nos invita a imaginar que lo que le sucede a la protagonista puede sucedernos a nosotros y nos contagia el deseo de experimentar solo porque eso forma parte de nuestra condición humana.

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