GASTRONOMÍA

Atarazanas se queda sin la charcutería y los jamones de los Cuberos casi medio siglo después

Charcutería de Armando Cuberos en el Mercado de Atarazanas.

Charcutería de Armando Cuberos en el Mercado de Atarazanas. / Javier Albiñana

45 años ocupando un espacio central en Atarazanas, más de cuatro décadas en las que la familia de Armando Cuberos y Conchi Vicente ha atendido a malagueños de a pie, a turistas y visitantes e incluso a la mismísima Rocío Jurado, que hizo una breve parada para probar los productos que esta generación de tenderos ofrecía en el mercado. Pero como toda trayectoria profesional, llega el momento en el que hay que tomar el camino de la jubilación y, en este caso, echar el cierre al negocio. “No tenemos relevo generacional”, comentan con Málaga Hoy.

Empieza así la cuenta atrás para que la Charcutería Armando Cuberos se despida de los numerosos clientes que han pasado por sus mostradores para llevarse género, según el empresario, “siempre de calidad”. Es la suya la historia de tantos comerciantes que empezaban en el Central cuando el panorama en este era totalmente diferente. “Nada de turistas por aquí y por allá y una clientela muy de barrio. Ahora llega gente de fuera, unos solo miran y otros compran y se llevan productos a modo de souvenirs”, dice Cuberos.

Armando Cuberos y Conchi Vicente en su puesto de Atarazanas. Armando Cuberos y Conchi Vicente en su puesto de Atarazanas.

Armando Cuberos y Conchi Vicente en su puesto de Atarazanas. / Javier Albiñana

Él viene de una familia de gran tradición charcutera. Los Cuberos se dedicaron a esta actividad desde 1927 y tanto Armando como sus hermanos, sus primos y sus tíos se instalaron en Atarazanas ofreciendo jamones y chorizos, embutidos, quesos, patés, aceites, e incluso algunos platos elaborados, como la ensaladilla rusa. Con los años fueron cerrando “porque las cosas aquí han sido fáciles”, recuerda el superviviente de la familia en Atarazanas, pero “ha merecido la pena lo que hemos vivido aquí”.

Si una de las anécdotas a las que guarda más cariño es la visita de Rocío Jurado en su juventud, una auténtica estrella que venía de firmar discos en un gran centro comercial, probablemente el gran hito de este puesto sea el que su mujer, Conchi, casi da a luz a su hija Cristina en la charcutería. “Me puse de parto y tuvimos que salir corriendo al hospital, que casi no llegamos”, nos especifica.

Armando Cuberos atiende a su clientela en Atarazanas. Armando Cuberos atiende a su clientela en Atarazanas.

Armando Cuberos atiende a su clientela en Atarazanas. / Javier Albiñana

Después llegaría la segunda de los Cuberos Vicente, Rocío. Ninguna de los dos han seguido los pasos de sus padres pero son igualmente el orgullo de los dos. De su esfuerzo y trabajo diario las oportunidades que han podido darle “a las niñas” y las mil y una satisfacciones que se llevan con ellos. Conchi, que dice que el cara a cara con el cliente es lo que más le llena, conoce al dedillo lo que los fieles de la casa solían comprar: “Joaquín siempre quería jamón de pata negra cortado binito, se lo envolvía y lo llevaba para casa; Carmen, que era asidua a la tienda para comprar la tarta de queso que yo solía preparar; María, que solo dejaba que la atendiera yo, aunque tardara más en tomarle la nota”. Anécdotas miles que guardarán con cariño, nos confiesan ambos.

Lo dicho, cuenta atrás. En estos días han recibido grupos de turistas, nacionales y extranjeros, que pasan con un guía para conocer de cerca los productos de Málaga, de los que Armando Cuberos y Conchi son grandes embajadores. Los hay que regresan a Dinamarca con salchichones, otros con algún queso de cabra, encontramos quienes se deciden por el AOVE… En unas semanas la charcutería habrá echado el cierre, un negocio más que va sumándose a la transformación de lo que fue Atarazanas y en lo que parece que se estuviera convirtiendo.

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