Oro y sombras

Cruel te erosiona, el laurel, las mieles y hastiado te deja, cansado, sin que sirvan de consuelo los millones de lectores-compradores

El otro día vi a un Ildefonso Falcones herrumbroso y apocado intentando escabullirse de dos fantasmas, el de falta de salud y las cuestiones con la hacienda pública, aceptando al mismo tiempo la situación de vencedor y perdedor, enfrentándose con el escudo de la carpintería, el trasfondo, de su último libro, como si los fantasmas no estuvieran allí, justo delante de él y jugando la baza de la audiencia, vetusta en su mayoría, que poco le interesaban las sombras y sí el oro. El oro es lo que pone en la solapa de millones de ejemplares vendidos, oro material, cuentas contables, números con seis ceros y ahondar en la ficción de los esclavos en tiempos pretéritos, con libros y documentos estudiados para sumergirse en el profundo mar de las narraciones ficticias, con el sólo estorbo de tener que salir de vez en cuando a la superficie para respirar o cambiar las botellas de oxígeno para volver a las profundidades abisales. Un Falcones vencedor y vencido que no se resiste a seguir el programa, el registro histórico, el editor, el abandono de su profesión para abandonarse en esa no profesión con el campo de la imaginación, huir de las ataduras que tienen que ver con los casi semejantes y olvidar el pragmatismo terrenal. Recuerdo otro escritor, arquitecto, escritorm que tenía claro que iba a quedar para el futuro como escritor y no como arquitecto y no porque despreciara su profesión sino porque, otra vez, hay que enmarañarse con el pragmatismo de tener que resolver problemas de la gente y no tenerlos como simples lectores-compradores. Hasta a un amigo-conocido le deslumbraba la ristra de lectores-compradores, porque si solo son lectores y no compradores, la solapa no vale para nada, ni la portada y no hay fajín de número de edición, ni ejemplares vendidos y lo mismo, el mismo libro, la misma portada y las mismas páginas y letras no es absolutamente nada. La larga espera para recibir su estampada firma con la muchedumbre dándose codazos para ser el primero y la voz interior que como a los césares y héroes con la corona de hojas de laurel sobre sus cabezas le dice, como el fantasma, recuerda que eres mortal, recuerda que eres mortal, pero no es el fantasma sino un preguntador finalista el que le pregunta por sus problemas con Hacienda. Cruel te erosiona, el laurel, las mieles y hastiado te deja, cansado, sin que sirvan de consuelo los millones de lectores-compradores.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios