El rey de Puerta Purchena

Y nosotros sólo somos sombras de un pasado sepia que hemos soñado, que nunca vivimos y que igual nunca existió

Quedé con Thuong a las 9:00 en Puerta Purchena, en el local de uñas que va a abrir, entre la vaca y el kiosko Amalia. Pero el tío ni se presenta, ni atiende el móvil. Con un ambiente entre frío y leve calor me tomo un café esperando en el kiosko Amalia y veo pasar a todos los que atraviesan el centro eterno de buena mañana, apenas hay clientes, una chica que no habla bien español pide un café con leche, pequeño, sí, pequeño. Vuelvo a intentar llamarlo, pero nada. Va a abrir próximamente un establecimiento de esos que hacen uñas vietnamitas, y yo le he hecho el proyecto. Y yo he quedado para cobrar, pero no aparece. Aprovecho para hacer más gestiones, ir al ayuntamiento, pasar por la ínclita Plaza del Monte, o Plaza Marín, donde se yergue remozándose el edificio original de Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Almería, en proceso de restauración. El original, el único, el primero. El que dio sobrenombre a la Plaza. En Almería todas las plazas tienen dos nombres, el verdadero y el de mote. Esa Caja de Ahorros se hizo porque una señora dejo en testamento una pasta para que se hiciera y dio vida a la ciudad y la provincia, entre asesores y obispos, menesterosos que piadaban cualquier cosa y cartillas de ahorros con los asientos escritos a pluma. Ahora es Unicaja y no tengo nada más que añadir. Vuelvo para buscar a Thuong en su local de la calle Altamira y cómo no, está haciendo uñas, y no para, no tiene un minuto y me dice que espere en La Habana y que me tome un café. Ahora será el cortado descafeinado de sobre, o qué si no. Mientras, para matar el tiempo, leo a Kafka, releo, la metamorfosis de un tal Gregorio Samsa, viajante convertido en insecto. Lo tenía a mano en el bolso de trabajo, en una reciente edición de bolsillo. Yo que me creía el rey de Puerta Purchena aparcando justo en el centro, mientras las vallas de paso del aparcamiento se me abren solas gracias a una app y amaneciendo en centro del mundo subiendo las oscuras escaleras y haciendo teatro de vetustos años me veo volviendo por donde he venido porque el rey de Puerta Purchena es él, Thuong, y de la calle Altamira, y la vaca es la reina. Y nosotros sólo somos sombras de un pasado sepia que hemos soñado, que nunca vivimos y que igual nunca existió. Ahora como todo centro de cada mundo, se poblará de vacas, locales de uñas, tiendas de móviles y comercios globales, entre edificios señoriales y mudos.

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