Pinta y colorea

El fuego del café sobre el asfalto de la ciudad mirando las calles con el vértigo de los días

Yo quiero comprarme un cuaderno de esos para niños de pinta y colorea, y lápices de colores, rotuladores, ceras, gouache. Pero no uno para adultos que necesitan desestresarse, como los de colorear mandalas porque cuando te pones a colorear un libro de esos de pintar mandalas estás asumiendo tu rol de adulto y lo único que quieres es intentar inútilmente evadirte de la realidad, sin embargo con el de los niños lo único que haces es el bobo y tendrías que esconderte para pintarlo, tendría que ser tu afición oculta y perversa. Tampoco vale colorear complicados libros de superhéroes, ni nada que no sea totalmente infantil, el problema es que es totalmente imposible hacerlo porque al fin y al cabo aunque quisiéramos, tampoco tenemos tiempo. No tenemos tiempo de pintar, ni de dibujar nada que no sea algo rígido y ligado a todos nuestros rollos del trabajo y pesadillas diarias. Cuando necesitas urgentemente hacer algo para evadirte entonces es cuando vienen los chalados de los mandalas y la energía positiva a recordarte que eres un adulto y que tienes que creer en el equilibrio del universo y del ying y el yang, hacer meditación, yoga, escuchar los sonidos de las campanillas tintineantes, poner inciensos, tomar té en vez de café. El café es la ciudad, las prisas, los incesantes coches que nunca dejan de atravesar la calzada, los teléfonos móviles, los mails y los WhatsApp. Y el té es la ausencia de urbe, sólo campos montañosos escuchando los pajaritos y viendo caer la inocente lluvia sobre los cristales, la chimenea y caminos sin asfaltar, y ponerte a colorear libros de mandalas en un ambiente de relajación y de absoluta falsedad porque para todo lo que necesitas de verdad tienes que madrugarte rotondas y semáforos y atender WhatsApp. Y puede estar bien un té de vez en cuando pero casi prefiero el café y los libros de pinta y colorea para niños porque al menos sé que no me van a solucionar nada y que voy a quedar como un tonto del bote si los comprara y me pusiera a pintarlos. Además, no tengo tiempo. Como mucho puedo sacar algo de tiempo para montar alguna maqueta de esas por fascículos para intentar volver a la infancia como adulto, justo en el momento en el que el tomavistas saca el último fotograma y a continuación salen ya todos los problemas uno tras otro sin parar. El fuego del café sobre el asfalto de la ciudad mirando las calles con el vértigo de los días.

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