Lo peor de un tonto no es que se sepa tonto, sino que piense que eso es muy guay. Pasa eso con las actitudes racistas: hay quien las vive sin el más mínimo pudor; incluso se disfraza como un derecho; “libertad de expresión” lo llaman. Confunden esas personas el hecho de hablar con el de expresarse con libertad: hay tan poco en sus cerebros que a cualquier bulto en ese espacio se le llama arte decorativo. Llegada es la hora de mostrar un rechazo radical, frontal, y del todo manifiesto, a la repugnancia que nos deben provocar esos comportamientos.

Pero esto, como cualquier otro hecho que se dé en el entorno de los humanos, tiene muchas implicaciones. Anécdota: se celebraba un partido (no diré de qué deporte) en el que los equipos, de preadolescentes, eran mixtos. Esa mezcla siempre me ha parecido un acierto: se trata de normalizar la vida. Pero, hete aquí que desde las primeras fases del juego empecé a ver cómo ninguna de las chicas de uno de los equipos recibía pases de sus compañeros. Así fue durante todo el partido: ni un comentario en la grada por parte de los padres y madres allí presentes. Tampoco yo le dije al entrenador que esa actitud debían corregirla en su equipo.

Está todo muy normalizado, sobre todo lo inaceptable. Nuestra tolerancia suena a hastío, a dejadez, a hartazgo. Suena a un saber que estamos construyendo una mierda de sociedad, pero “¡qué puedo hacer yo!”. Y como cada vez hay más que cambiar, menos capacidad tendremos. Es más: intentar cambiar esas cosas te hace antipático y aburrido, pues esta sociedad necesita ser feliz por encima de todo, y bien que “se puede ser feliz de la puerta de tu casa p’a dentro”…, siempre que tengas casa donde caerte muerto.

Urgen educación en valores en nuestras escuelas y sanciones contundentes en la vía pública: urge que los comportamientos racistas se vean amedrentados y renuncien a sí mismos. Urge ser personas humanas. ¿Has mirado alguna vez a los ojos a otra persona durante un buen rato, uno frente al otro? ¿Lo has hecho como ejercicio, situándote dos palmos por encima o por debajo del otro? Estos ejercicios son muy interesantes por lo que nos aportan ayudando a aflorar lo que de inconsciente insano hay dentro de nosotros. Esto exige que vayamos más allá de un cobarde y defensivo “España no es racista”; hay que pasar a un contundente “España es antirracista”, por los hechos y la persecución del racismo.

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