La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Alcalde, mójese con las piscinas

Ramoncín, el portavoz de la Junta, se inhibe del asunto, cuando Sevilla tiene más piscinas particulares que nunca Sevilla tropieza dos veces con la misma fiesta La derecha ridícula e impertinente de Sevilla

Una pequeña piscina con vistas a la Giralda.

Una pequeña piscina con vistas a la Giralda. / M. G. (Sevilla)

Mientras dura la particular octava de la Feria con los ruidos que genera la consulta tan chapucera como innecesaria, estamos a la espera de que el Ayuntamiento dictamine si se podrán llenar o no las piscinas particulares. El portavoz del Gobierno de la Junta de Andalucía, Ramón Fernández-Pacheco, Ramoncín, ha expuesto que cada municipio tendrá que tomar la decisión que considere oportuna de acuerdo con sus recursos. Hace treinta años esto no hubiera sido un problema en Sevilla capital, cuando las piscinas públicas escaseaban tanto como la privadas, pero ahora solo hay que fijarse en las imágenes aéreas de los drones o subir al campanario de la Giralda para comprobar cómo ha cambiado el paisaje en muy pocos años. Son mayoría las azoteas con piscinas en el mapa de la judería como en todas las áreas del centro, collaciones, barrios, feligresías o como cada uno quiera llamarlas. Es más que curioso cómo una foto aérea del centro de Madrid (sí, he dicho Madrid) demuestra que en la zona histórica de la capital de España se conservan los tejados, mientras que una de Sevilla revela la tendencia a su pérdida. Ojos que no ven, Comisión (inútil) de Patrimonio que no sufre. Nuestro centro histórico es cada vez más funcional, habitable que se diría de acuerdo con el código cursi, y por lo tanto, con muchas, muchísimas, piscinas con sus maderas gastadas por el sol y el recurrente y horripilante mobiliario de acero corten.

El diseño general de las plantas aéreas ha cambiado sustancialmente en las dos últimas décadas. Cada nuevo hotel o cada nueva rehabilitación para hacer apartamentos turísticos no se concibe sin la piscina o sin una suerte de microalberca. Bien es verdad que tras la pandemia queremos aire y agua. La viróloga Margarita del Val fue de las primeras en advertir que se notarían los cambios incluso en la arquitectura. Pasó la moda de irnos al Aljarafe, cuando los adosados avanzaban a la velocidad del aceite: lenta pero inexorablemente. Ahora la gran inversión es destinar una propiedad en el centro para el alojamiento turístico todo el año. Y eso implica el derecho a baño con vistas a la Sevilla monumental. Por eso hemos perdido eso que expertos en patrimonio histórico, caso del duque de Segorbe, denominan la quinta fachada. Primero perdimos los tejados en favor de trasteros y ahora se multiplican las zonas de baño de forma masiva. El centro de Sevilla es también una gran piscina. Pero no se ve, como sí contemplamos las colas antes los bares. El alcalde tiene la palabra. ¿O convocamos una consulta? Mejor mojarse.

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