Delitos y faltas

Escuchar un disco de Björk es algo que se hace una vez y nunca más como una experiencia distópica

Llevo toda la semana pensando en escuchar el último disco de Björk, pero no hago nada más que procastinar. Procastinar: dejarlo para otro día. Eso es muy español y ahora para eso de sentirse muy español pues yo, procastino. Bueno, no sé porque siempre que la tiparraca esta saca un disco yo tengo que escribir un artículo (en realidad es el segundo que escribo) pero todo tiene que ver con dejarlo para otro día. Hay intrínsecamente algo perverso en eso de no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. Yo diría deja algo de lo que puedas hacer hoy para mañana por si mañana no tienes nada que hacer. El último disco de Björk se llama utopía. Escuchar un disco de Björk es como sumergirse en un sueño dentro de una catedral o una misa de difuntos con un coro alegre de gospel y al minuto siguiente estar en el campo en primavera con un sol suave y una brisa refrescante sentado en una pradera de hierba limpia sin insectos. Es como ir al campo y a la naturaleza sin ir a la naturaleza. Escuchar un disco de Björk es algo que se hace una vez y nunca más como una experiencia distópica dentro de una película o un game pc. Es una distopía (no una utopía) sónica posible. Es el inicio de una era efímera, como sentarse en una relajante sesión sonora en unos grandes almacenes del futuro. No hay ninguna temporalidad, no hay ninguna trascendencia, no hay ninguna eternidad, no hay ninguna disertación crítica posterior, los sonidos entran, purifican y salen. Al mismo tiempo que escucho el último disco (disco, qué disco) de Björk experimento con nuevos soportes electrónicos. Os recuerdo que yo adquiero las últimas tecnologías cuando para cualquier tecnologita ya son obsoletas, clásicas, estándar, básicas y comunes y ellos ya están siendo tentados por el nuevo satán en forma de último gadget. Mi último gadget (tecnológico) es el primer puag de cualquier infante como si yo viviese cuatro o cinco años antes. Björk también tiene obsolescencia programada. Todo tiene obsolescencia programada. Todo está programado ya. Ya sabemos lo que va a pasar mañana, pasado mañana, dentro de un mes y dentro de quince años, gracias a la estadística y a Björk. Lo malo es que nadie quiere saberlo. Lo bueno es que nadie quiere saberlo. Lo peor es que nadie quiere saberlo. Sólo quieren sentarse y sentir, la evasión de los cuerpos, el sueño de la utopía de Björk. Dadle al pause. Gracias, gracias, gracias. Björk.

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