Como advierte A. Grijelmo hay palabras, y la voz progreso es una de ellas, cuyo prestigio impregna de respeto todo cuanto tocan, por sus connotaciones positivas que planean por encima del debate, aunque, justo por eso, puedan confundir al más pintado. Y es que el progreso denotó en su día los avances más significantes del brioso socialismo innovador: la educación y el sufragio universal, el auge de derechos laborales, las pensiones y toda una panoplia de valores sociales, hoy ya codificados. Así que resulta tentador explotar ese bien ganado prestigio para vestir de progresista otros intereses oportunistas como ha ocurrido con la repletación electoral de una seudo progresía infalible como signo distintivo del psanchismo, coreada además por columnista de este Diario, tan lúcidos en otras cuitas como extraviados ante el ilusorio progreso propagado, tan inverosímil como improbable a la vista del historial preelectoral de P. Sánchez. Porque, a ver chicos, díganme: ¿es progresista dictar leyes penales ad hóminem y eliminar delitos como moneda de votos, o ningunear al T. Supremo con indultos en fraude de ley mientras se desacatan sentencias contra el fascismo lingüístico? ¿Es progreso, acaso, subir impuestos un 24% mientras el PIB subía la mitad, achicharrando a la clase media? ¿O cabe llamar progresista a la chapucera ley Sisí o a la ley trans que sustituye la ciencia humana por una “ideología de género”, contra natura, que trata a la mujer como un sentimiento y no como una realidad biológica? ¿Es progreso reescribir la memoria democrática al gusto filoetarra, aireando crímenes solo de los otros (como hacían antes los unos) y solapando asesinatos de según quién matara? ¿Y okupar con adeptos todas las instituciones y empresas públicas a tiro, incluso el propio TC, infamando la división de poderes tan vital para toda democracia? ¿Qué tipo de progreso es pactar beneficios carcelarios a etarras a cambio de votos o secretear la política en el Magreb o legitimar los proyectos de los supremacistas? ¿Es progreso o es escandaloso, repudiar el ideal socialista de igualdad para consolidar los privilegios de unas regiones sobre otras? Que alguno me aclare o refute, por favor, si más que progreso, todo esto no representa sino un regreso a la banalización y exaltación de los mismos delirios egotistas que cubrieron de sangre este país -y a Europa- en el S. XX, al situar el interés del líder por encima del imperio de la ley.

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