El gobierno italiano aplicará a partir de 2026 un formulario psicotécnico con más de 500 cuestiones, a evacuar en dos horas, para acceder a la judicatura. No afecta a fiscales y jueces en ejercicio, aunque acaso no sobraría. Y tampoco es algo insólito porque ya se exigen esos análisis, tanto allá como acá, para ser militar, piloto comercial o agente de las fuerzas de seguridad. Sin embargo, la asociación de jueces critica con dureza, y amago de huelga incluido, la medida de evaluar la personalidad de los opositores, a pesar de que los resultados de la prueba sean fiables para definir su personalidad, según la ciencia psiquiátrica, y de que el proceso lo controle la propia Magistratura, a través de su Consejo, y sin injerencia política. Se trata pues de un modo fácil y plausible de dotar al sistema judicial de mayores garantías de equilibrio, transparencia y reducción de riesgos eludibles, porque hoy, sin duda, la psicometría es una técnica de la que no es razonable prescindir, por lo mismo que el VAR se introdujo en el futbol: aunque un árbitro acierte casi siempre, reduce su margen de error. En España, ya existen también test psicotécnicos en los procesos de selección de ciertos funcionarios y el T. Supremo, sin cuestionar su eficacia, fijó en sentencia de 2022, (rec. 8179/2019 Sala 3ª), ciertas pautas para su uso, exigiendo la publicidad previa de los factores a valorar y de las pruebas sobre el perfil profesiográfico que defina rasgos personales, así como del tipo de baremación cualitativa o atributos que se evalúen en cada caso. Existe pues margen jurisprudencial para higienizar y modernizar un colectivo con tanto poder y tanto riesgo de trastorno (la conexión entre poder y la hybris es legendaria), en una tarea tan autoritaria como la de mandar en la vida y hacienda de la gente. Reflexión aparte merece la tesis del Fiscal jefe en Nápoles, N. Gratteri quien, tras aprobar que se analice a la magistratura, también reclama que se extiendan los test a quienes tengan responsabilidad política en el Gobierno y en el Congreso, pero añadiendo a estos, también más pruebas de drogas y alcohol dada la influencia de tales pócimas a la hora de razonar y tomar decisiones. Y la verdad es que noticiado como hay tanto exceso alcohólico y signo de cocaína en aseos de Parlamentos -en el italiano o el británico y veríamos si se indagara más- la idea no solo no parece mala, sino obligada: y cada año.

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