La sempiterna aspiración por un derecho a no ser engañado en la gestión política no es asunto pacífico. Abordado por juristas como A. Garrigues y L. Gonzalez, cobra plena virtualidad en este tiempo ante un mundo lleno de posverdades, en el que la pericia sofista cotiza al alza, al permitir a los manipuladores de siempre, políticos en cabeza, a jugar con la ingenuidad, las prisas y las emociones ajenas, exprimiendo candideces sin parar mientes en troquelar sus sociopatías burlando al prójimo o jurando en falso para hacer creer que es verdad, lo no lo es. Y tal ancestral tendencia, se agrava hoy entre tecnologías persuasivas cada vez más eficientes: ni a los expertos le es fácil distinguir la hipocresía espuria del discurso sincero. De ahí que el apremio por codificar algo tan básico como el derecho no ser engañado en campañas electorales o, como dice J.A. Marina, a tener una ley de garantías que proteja al ciudadano de fullerías, resulte ya inexcusable. Acaso la solución sería aprender a pensar por uno mismo, algo que, ay, no es fácil en tiempos sin tiempo propio, en los que una mayoría de electores fía su voto a quien, con impunidad, puede prometer y, como no pasa nada, promete en falso. Lean la Tribuna que publicó en este Diario el día 15 pasado un votante Pedrista titulada “No he votado al Psoe para esto”, mostrando su frustración ante la cesión errática de privilegios a unos y otros, sin preaviso electoral alguno. Y no es el único ni le falta razón, porque no es solo que ni la amnistía, el pinganillo o referéndum no constaran en programa alguno, sino que existían juramentos formales de negarlos y sentar a Puigdemont ante un juez. Un fraude que ahora se arropa con un patético seudo derecho al “cambio de opinión”, eso sí, solo si tercia algún interés personal para ello y como si tergiversar lo prometido, no tuviera importancia. Y digo yo que si el engaño no es trocar lo que dije antes por lo que digo ahora, entonces ¿qué es engañar? Y si suplantar lo prometido, por lo contrario según interese no es engaño, entonces ¿qué es engañar? ¿No es un insulto a la inteligencia y un desprecio al respeto ciudadano, que quien manda adapte la ley a sus intereses partidistas según le interese? Y si todo esto no fuera engaño, pues nada, Pedro, convoca nuevas elecciones, pero eso sí, valiente, incluyendo en tu programa todo lo que estás mercadeando por votos. Y luego veamos si de verdad “representas a la gente”.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios