Una patria más chiquita

La España que hablo no entiende de odios ni fronteras. No distingue de blancos ni de negros

Aquellos que sueñan con una patria más chica, si cabe aún, esgrimiendo los valores de la libertad, el derecho y la justicia, cuando en realidad lo que quieren es establecer fronteras, delimitar las libertades otros y aplicar su concepto de justicia, que pasa por repudiar a los malos patriotas y eliminar a todos aquellos que piensan distinto. Era lo que hacían los ciudadanos de aquella Alemania honrada, discreta e íntima, que se vio violentada y abducida por aquellos que con el victimismo defendieron la supremacía de unos pocos que se creían mejores que otros muchos. Supremacía practicada a unos pobres hombres y mujeres, obreros todos, cuyos hijos tenían que demostrar a aquella nueva sociedad que eran buenos y puros ciudadanos, merecedores de aquella tierra que, en un arrebato de misericordia, les perdonaban sus raíces humildes y les ofrecía esa gran patria esperada. España es un país cuyo corazón es demasiado pequeño para llenarlo de resentimiento y que es tan grande que es capaz de integrarnos a todos. La historia es el fiel reflejo de ese sentimiento del que -aquí sí-, me siento orgulloso de pertenecer a él. Esa sociedad que se está gestando a la sombra de la libertad -aunque algunos nos la intenten cercenar-, el progreso y la concordia. Ese país que, cuando sus playas se llenaban de emigrantes exhaustos, con la piel horadada por el sol, salía a recibirlos con las manos abiertas, mientras que Europa nos daba la espalda y argüía -con más desatino que acierto- que ese problema era un problema interno del país. Y pasado el tiempo, los mismos que antes nos jaleaban, ahora dicen que somos menos humanos, menos personas. La España de la que hablo, no sale con el puño en alto cantando no sé qué canción cara al sol. La España que pronuncio es aquella que aunque sus hijos la escupan o la insulten, tiende su mejilla y crea un marco donde todos aquellos que quieran expresarlo puedan hacerlo. Aunque duela. Aunque sepas que muchos de esos señores que hacen ese tipo de afrentas lo hacen porque saben que en cualquier otro lugar no correrían la misma suerte, ni tendrían la misma gracia. La España que hablo no es casposa -a muchos le ponen esta palabra-. La España que hablo no entiende de odios, ni de fronteras. No distingue de blancos ni de negros. La España que hablo es el futuro que nos espera. Es lo que estamos cambiando -si nos dejan-. La que estudiamos humilde en los colegios. La misma que derriba las placas de las calles que conmemoran el descubrimiento de América y rinde mausoleo a la devastación y al imperialismo de Roma -somos así-. La misma que un día nos hizo descubrir un nuevo mundo y la misma que hoy en día vaticina el fin de una nación y parte de la Historia.

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