Almería

Comienzo del servicio diario de la correspondencia en Almería

  • Un 15 de diciembre de 1859 comenzó en nuestra provincia el reparto diario de la correspondencia, representado una verdadera revolución a nivel social y económico

  • A partir de ese momento nuestras calles y caminos se llenaron de carteros que nos traían ese preciado tesoro que son las cartas

Según la Orden de la Dirección General de Correos de 19 de diciembre de 1856, el uniforme de reparto de cartero urbano de 1856.

Según la Orden de la Dirección General de Correos de 19 de diciembre de 1856, el uniforme de reparto de cartero urbano de 1856. / D.A.

Estamos acostumbrados a ver a los carteros recorrer nuestras calles de forma diaria, como un elemento más de la vida cotidiana. Son sin duda la figura más emblemática del servicio de Correos. Su contacto con el vecindario los ha convertido en personas carismáticas, próximas, apreciadas y reconocidas.

Antes de que se crearan los primeros carteros, el 8 de octubre de 1756, para poder recoger la correspondencia debíamos ir a la oficina cuando llegaba los correos. Se informaba de su presencia tocando la cornamusa (especie de corneta, símbolo de Correos), para que los ciudadanos pudieran acercarse y comprobar si les había llegado algún envío.

En la oficina, el administrador y el personal asignado a la misma procedía a confeccionar unas listas con todos los destinatarios de las cartas, que eran colgadas en la puerta de la oficina. La gente las consultaba y, en caso de que tuviera alguna, la reclamaba en la reja (ventana) habilitada.

Este sistema tenía inconvenientes. El primero eran las aglomeraciones que se producían alrededor de la oficina, para ver si habían recibido alguna. Por esta razón, las oficinas se situaban en plazas. Como la mayoría de la población era analfabeta, había personas que cobraran por “leerlas” hasta que Correos creó la figura del “lector de listas”.

Cuando alguien recibía una carta, dada la falta de información de esta época, se leían allí mismo, comentándose los hechos que pudieran ser interesante para los demás. Incluso existía las denominadas cartas abiertas o públicas, parecidas a las que los lectores envían a los periódicos, que estaban escritas para ser leídas públicamente. Fruto de esta relación entre información y el correo fue la causa de que muchas cabeceras de periódicos incorporaran la palabra “correo”.

Otro inconveniente del sistema de listas, fundamental para el origen de los carteros, era que, al no existir ningún documento de identidad, las cartas se entregaban al primero que las solicitaba, incluso algunos recogían las dirigidas a destinatarios que sabían que si se las llevaban a su casa les daría alguna gratificación.

Campomanes, director general de Correos, en 1756, nombro en Madrid los doce primeros carteros urbanos. Su sueldo consistía en la gratificación que recibían del destinatario por el porte de cada carta, un cuarto de real, que depositaban en un fondo común del que salía su sueldo.

Los carteros se les consideraba como dependientes de Correos, y en el reglamento de Carteros Urbanos de 1923 se estableció que eran Cuerpo auxiliar del Cuerpo de Correos, pero no cobrarían de la hacienda pública hasta 1931, cambiándose el importe del cuarto por un sello de cinco céntimos.

La aparición de los carteros en el siglo XVIII coincidió con la consolidación de una nueva tipología de viviendas: la casa de vecinos de dos o tres pisos, con una puerta general que daba acceso a las diferentes viviendas y con unas características similares a los actuales bloques de pisos. Eso exigía de los carteros subir y bajar escaleras para poder entregar las cartas a domicilio, porque todavía no existían los buzones en los portales.

Para reducir este trabajo inventaron una estrategia, anunciar su presencia con dos golpes de picaporte (de ahí lo del cartero siempre llama dos veces), de tal manera que los vecinos sabían que se trataba de ellos. Para las viviendas de dos o más pisos, después daban uno, dos o tres repiques más para indicar el piso al que iba dirigida la carta, de esta manera conseguían que el interesado bajara al portal para recibirla.

A los carteros se le exigía saber leer y escribir, obligándoles a vivir en su cuartel (área de reparto) y a tener una lista con todos los que residían en su esa demarcación.

Para distinguirse, en 1798, los carteros solicitaron vestir uniforme, que tenían que pagarse de su bolsillo. En 1861 se le dispensa de su uso a los que sus ingresos no ascendieran a la cantidad de seis reales diarios.

Con la adopción del uniforme también se pretendía igualar las diversas carterías, que tenían características diferentes en función de la población y darles visibilidad.

Como es lógico, los gastos que suponía la indumentaria sería un constante motivo de reivindicación, pero tendrían que esperar hasta que en 1943 el Estado asumiera los gastos de este uniforme. Aunque no lo consiguieron del todo, ya que las divisas y emblemas del mismo tendrían que surgir costeándolas, a pesar de ser complementos obligatorios.

Los colores y las formas de los uniformes irían variando a lo largo del tiempo, hasta llegar al actual de color amarillo y azul. Durante muchos años predominaron los conjuntos de color negro, gris y azul.  El uniforme se convirtiendo en un símbolo indiscutible para Correos.

Hasta la década de los ochenta, las carterías serían un mundo de hombres, aunque las mujeres ya hacía mucho tiempo que formaban parte del ámbito postal y telegráfico.

La incorporación oficial de la mujer en Correos se sitúa en el año 1922, cuando, a consecuencia de una huelga que mantenía los empleados de Correos, se creó el Cuerpo Auxiliar Femenino, seleccionadas entre españolas entre 16 y 40 años, con título de maestra superior o elemental. Sus funciones no fueron de reparto sino de clasificación. No será hasta el 12 de junio de 1980 cuando se suprima como requisito para ingresar al Cuerpo de Correos ser varón.  Actualmente representan el 52 % de la platilla de Correos.

Para desarrollar el servicio diario de la correspondencia se establece mediante Real Orden de 27 de junio de 1857, que se procede al estudio de las comunicaciones para su implantación a nivel nacional.

En ella se solicita un análisis de todas las provincias de las conducciones existentes, proponiendo las variaciones y aumentos que fuesen necesarios para conseguir que el correo llegara todos los días con la máxima rapidez. Se sugiere que se establecieran líneas que pusieran en contacto Madrid con todas las provincias; a estas con las respectivas cabezas de partido judicial y a las últimas con los pueblos comprendidos en su demarcación. Para ello se determina la creación de agregadas o de estafetas subalternas en las cabezas de partido y en las poblaciones donde sea indispensable para la debida regularidad y prontitud en la tramitación de la correspondencia pública. Por último, se recomienda crear las carterías necesarias para el servicio de los demás pueblos.

La primera información que disponemos de los resultados de este estudio la tenemos en la Carta de Correos y Postas de la Dirección General de Correos de 1860. En ella aparecen las estafetas de Adra, Vera y Vélez-Rubio, que ya existían, y se constituyen nuevas en la cabeza de partido judicial de: Berja, Canjáyar, Gérgal, Huércal-Overa, Purchena y Sorbas, pero además se decide abrir otras en Cuevas de Vera y Nacimiento.

Estas oficinas se completarían con la creación de carterías dotadas por el Estado en las localidades de: Arboleas, Dalias, Fiñana, Fondón, Gádor, Garrucha, Roquetas de Mar y Tíjola.

La implantación del primer servicio diario en nuestra provincia se hará efectiva el 15 de diciembre de 1859 en los ayuntamientos de más de mil quinientos habitantes.

Conducciones de Almería según la Carta de Correos y Postas de la Dirección General de Correos de 1860 Conducciones de Almería según la Carta de Correos y Postas de la Dirección General de Correos de 1860

Conducciones de Almería según la Carta de Correos y Postas de la Dirección General de Correos de 1860 / D.A.

La correspondencia se recibía y cursaba de Almería a través de dos administraciones:

Granada, desde donde se nos enviaría la correspondencia diaria procedente de Madrid, Andalucía y general del reino. Para ello disponíamos de las siguientes conducciones:

La procedente de Granada, que lo hace a través de Guadix, pasando por las localidades de Fiñana, (desde donde se presta servicio a pie a Abrucena y Abla), Doña María, Ocaña, Nacimiento (de ahí sale una conducción a pie que pasa por Ohanes dirección a Canjáyar y otra para Gérgal que servía a Alboloduy), Gádor (que sirve a pie a Alhabia), Benahadux y Almería (salen dos conducciones a pie: la primera que sirve Huércal, Viator, Pechina y la segunda Níjar).

Desde Granada también sale una conducción dirigida a Almería que en Torbiscón se bifurca en dos direcciones: la primera hacia Ugíjar desde donde se dirige a Darrical, Beninar, Berja, Dalías, Roquetas (que sirve las localidades de Vícar y Felix a pie). La segunda hacia Albuñol sirviendo a Adra, Alquería, Berja, Dalías y Roquetas.

Desde la localidad de Ugíjar existe una conducción a pie que pasa por las localidades de: Alcolea, Presidio de Andarax, Fondón (de la que se sirve a Laujar y Paterna), Almócita, Beyres, Padules, Canjáyar (de la que sale una conducción a pie a Ohanes y llega a Nacimiento), Rágol, Instinción, Illar, Huécijar y Alhama la Seca.

Y Murcia, desde donde se recibía y remitía la correspondencia del levante. Lo hacía mediante una conducción que pasaba por las localidades Lorca, Huércal-Overa (mediante conducción a pie sirve a Zurgena, Arboleas, Albox, Cantoría y Albanchez), Cuevas de Vera, Vera (que prestar el servicio a través de cuatro conducciones a pie: una hacia Antas y Lubrín, otra para Bédar, la siguiente a Garrucha y la última a Turre, Mojácar y Carboneras), Sorbas (que sirve a pie a Uleila de Campo y a Lucainena de las Torres), Turrillas, Tabernas, Rioja, Almería.

Además de estas conducciones principales existen otras dos secundarias:

Baza, es el punto de inicio de una conducción que va a Purchena y que presta servicio a Serón, Tíjola (que atiende a pie a Bacares). Desde la localidad de Purchena se sirven a Urrácal y Oria.

Por Vélez-Rubio va a pasar la conducción procedente de Granada dirección a Lorca y Murcia, que tras transcurrir por Guadix y Baza continua por Chirivel y Vélez-Rubio (que presta servicio a pie a Vélez-Blanco y María).

Todas estas conducciones se realizaban a caballo.

Las localidades que no están dentro de las conducciones trazadas debían ir a buscarlas a sus oficinas de referencia.

Este sería el primer sistema de distribución diario de la correspondencia en la provincia de Almería. Su implantación representó una revolución que favoreció tanto las comunicaciones como el desarrollo de la actividad económica, sin olvidar la facilidad de disponer de información a través de las publicaciones periódicas y los libros de forma diaria. Ya nada volvió a ser igual.

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