Plaza Pavía (I)
Crónicas desde la ciudad
En el de Pérez de Rozas (1864) ya figuran las primeras calles formadas en el yermo área del Reducto: del Cuartel, al Sur (General Luque) y Encuentro, Amparo, Duda, Medalla y Sereno, al Norte
Para los hombres se hizo
Ceuta, Melilla y el Peñón,
y para mujeres guapas
el barrio de San Antón
Tapia Garrido afirma (Almería, piedra a piedra) que en 1876 se la dedicaron a Manuel Pavía y Rodríguez, general que disolvió el Parlamento y propició el derrocamiento de la Iª República; sin embargo, tal acuerdo no figura en los libros consistoriales del citado año. Puestos a elucubrar, es más plausible que quisieran distinguir y perpetuar la batalla de Pavía, librada en Italia en 1525 entre Carlos V y Francisco Iº de Francia, en la que el rey galo fue hecho prisionero. La primera acta en la que señala como tal “Plaza de Pavía” se remonta al plenario de 20-I-1877: “Presentado el plano de nivelación de la nueva plaza de Pavía situada en el llano del Reducto... con el trazado de las nuevas rasantes que han de servir de base para las demás calles “. Aunque el nombre del cuadrilátero habitado data al menos de 1873.
No fue la primera que se alineó en la capital, pero sí la más típica y genuina de la ciudad milenaria. La más almeriense junto a la del Ayuntamiento. Y ello en un entramado urbano de sabor mediterráneo; prácticamente plano, de una o dos plantas, hasta que el desarrollismo descontrolado y especulativo la cubrió de edificios innobles, moles informes y colmenas de viviendas sin alma ni encanto, despersonalizadas. La plaza (para lo nativos y en lenguaje coloquial sin la preposición “de” intercalada) se engarza en el rosario de plazoletas, plazuelas, callejones, patios o simples ensanches retranqueados de ejes viarios de mayor o menor anchura. En el catálogo censal a intramuros es obligado relacionar (además de la de San Sebastián, Circular y, quizás, del Carmen, a extramuros) las de San Antón, Catedral, Administración Vieja de Hacienda, Cepero, Granero, Careaga, Bendicho (antes Olmo y Princesa), Balmes, Muñoz, Masnóu (Lugarico), Flores, San Pedro (glorieta), Urrutia, Conde Ofalia, Virgen del Mar (Santo Domingo), Marín y del Monte (en plena segunda Judería), San Roque, Vivas Pérez (Bermúdez), Romero, Pérez García, Hospital, Ciprés, Campomanes y alguna otra que sin duda omito.
Espacio abierto
Esta sucesión de “microclimas” espaciales con identidad definida se configuraron en tiempos de Abderramán III: en el arrabal de al-Hawd (Aljibe u Hondonada; asentamiento de la floreciente primera Judería), ampliada posteriormente por Jayrán hasta los confines del también arrabal de la Musalla. El violento terremoto de 1522 redujo el área a un páramo yermo en el que, pasadazas dos centurias, se contemplaban unas aisladas y pequeñas edificaciones alrededor de las ermitas de San Roque, San Antón, Casa de la Misericordia (luego cuartel militar) y de la primitiva mezquita aljama, sacralizada como catedral católica antes de su emplazamiento definitivo. El seísmo liberó una enorme bolsa de suelo donde el Municipio acometería el ensanche obrero a Poniente.
Espacios abiertos que drenaron el laberíntico callejero heredado de la Almería conventual durante la transición del Anciano al Nuevo Régimen. Todos y cada una de ellos con su particular historia y anecdotario. Tenemos la suerte de contar con amigos y conocidos que nacieron y crecieron en nuestra Plaza o aledaños; vecinos que la añoran y describen con precisión. Cualquiera de estos puede ilustrarnos -muchísimo mejor que quien esto firma- sobre entrañables sucedidos, casos y cosas del día a día gozado o sufrido por el vecindario, que de todo abunda, como en botica y en la viña del Señor.
Voces autorizadas
De hecho los he escuchado en las voces de pregoneros (o no pregoneros) de las fiestas de San Antón organizadas por AA.VV. Casco Histórico. A la memoria me viene Juan del Águila, Isa Mary de Bustos, Juan Colomina, Lázaro López, hermanos Melero y Gómez (José y Juan, cantaores), Mario París y Simeón Aguilera (fundador y guitarrista de la peña flamenca Los Tempranos), Alejandro Reyes, Ignacio Flores, Antonio Quero, etcétera, etcétera. El objetivo de estos artículos dominicales es sin embargo más prosaico y cercano a su génesis como lugar físico, arquitectónico y sociológico. El de rescatar semblanzas de personajes que le imprimieron carácter y cuyas brillantes biografías trascendieron la frontera de sus cuatro esquinas cardinales. Caso de la escritora y humanista María Pérez Enciso (c/. San Ildefonso), del músico Gaspar Vivas, el literato Fermín Estrella o el torero Julio Gómez “Relampaguito (c/. Encuentro). O bien evocar a “El Cuqui” (padre e hijo), los más populares y queridos subastadores del “rabico” de San Antón; al El Morago, cohcero de caballos, o al bonachón “Diego, ¿que hora es?”.
En otro orden de actividades, cabe significar los dos primeros votantes por el Distrito Electoral de Almería residentes en la Plaza Pavía: el propietario Antonio Ramos Gutiérrez y el industrial Federico Serralta Ripoll (BOPA, noviembre-1877)
Reducto
Cuando se trata de estudiar el desarrollo urbanístico y demográfico experimentado en la capital, es obligado recurrir al ensayo “Urbanismo y Arquitectura en la Almería Moderna (1780-1036)”, cuyo autor, Emilio A. Villanueva, hizo un seguimiento exhaustivo de los legajos, planimetría y expedientes de las comisiones de Ornato y actas plenarias depositadas en el Archivo Municipal “Adela Alcocer”. Él nos indicó el camino a seguir en la búsqueda y análisis de tan prolija documentación. Al tema que nos ocupa le dedicó un generoso capítulo, esfuerzo que agradecemos.
Tras la desaparición del baluarte defensivo (Reducto) y de una fábrica calcinadora de calaminas, el Ayuntamiento entró en propiedad del terreno después de la desamortización comunal. Urbanizándolo en parcelas y manzanas alineadas -en su segunda fase- en diez calles y una plaza. El proyecto lo inició (1865) el arquitecto municipal Joaquín Cabrera y lo finalizó Trinidad Cuartara. Del carácter humilde de las viviendas y de sus espléndidas, en cambio, víarios urbanos, da fe la descarnada justificación del citado Cabrera, extraña mezcla de humanismo y rapacidad crematística:
Si bien el barrio del que se trata está en un extremo de la población, hay que considerar que las construcciones que en el se ejecuten serán de pequeña importancia y de consiguiente habitadas por infelices jornaleros, los que por no poder pagar un alquiler mensual de cuarenta reales de término medio que se paga por esta clase de viviendas, viven hacinados respirando una atmósfera viciada y buscan en las calles y primeras horas de la noche del verano y durante los días de invierno el desahogo que les falta en el interior de sus míseras habitaciones...
En 1877, José Mª Orberá y Carrión, obispo recién aterrizado en la Diócesis, decidió fundar en la zona un colegio “para niñas pobres”. Para ello compró al Municipio (a precio muy preferencial) los correspondientes solares, pero a la hora de su ejecución desistió, inclinándose por las aulas de enseñanza monjiles -de pago y para ricos- de la Compañía de María, en la céntrica rambla que después llevó su nombre.
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