Sucesos

Los héroes del kilómetro 222

  • Hace medio siglo, un grupo de policías, un practicante jubilado y personal de Renfe atendieron en un barranco a las víctimas del descarrilamiento del tren Madrid - Almería

  • Un vagón lleno de viajeros descarriló y se despeñó por un barranco cerca de Santa Fe: 26 heridos

Los héroes del kilómetro 222

Los héroes del kilómetro 222

En el año 1970, las comunicaciones de Almería por ferrocarril eran mejores que las de hoy. Había tren nocturno con Atocha, expreso con Barcelona y conexión a Granada-Madrid. Tardaban mucho en llegar al destino, pero eran utilizados por miles de viajeros.

Uno de esos ferrocarriles era un “TAF”, acrónimo de “Tren Automotor Fiat”; un modelo diésel utilizado por Renfe entre abril de 1952 y septiembre de 1980. Partía de Madrid como “Tren Automotor Rápido” (TER) a la una de la tarde y tras parar en Granada llegaba a Almería a las diez menos cinco de la noche, convertido, eso sí, en un modelo inferior: más antiguo.

El 5 de mayo de 1970, cuando a las nueve y cuarto de la noche circulaba camino de la capital entre las estaciones de Fuente Santa y Santa Fé, justo en el kilómetro 222, el vagón de cola del convoy se salió de la vía inesperadamente y cayó por un inhóspito terraplén de diez metros de profundidad. El caos… La unidad quedó totalmente invertida sobre su lado derecho con los pasajeros dentro. Gritos, llantos, sangre… los heridos lloraban angustiados y se quejaban amargamente; los ilesos estaban estremecidos por el miedo.

El personal de Renfe que viajaba en el convoy también sufrió heridas por cortes y magulladuras

El personal de Renfe que viajaba en el convoy también sufrió heridas por cortes y magulladuras, pero rápidamente bajó el barranco para atender a los pasajeros que se encontraban atrapados, ya que las puertas quedaron bloqueadas. Un practicante jubilado que venía desde Granada también se convirtió en héroe y se unió a las labores de rescate, a pesar de tener distintas contusiones y brechas. José Muñoz Martínez viajaba con su maletín de ATS y pese a su avanzada edad y a los golpes sufridos, socorrió con el contenido de su bolso médico de urgencias a cuantos heridos pudo, efectuando vendajes e intentando suturar brechas y heridas.

El oficial de comunicaciones de Renfe, Roque Criado Hernández (1922 - 2003) no dudó en bajar por el acantilado y llegar hasta los afectados. Pese a la desgracia hubo algo de suerte porque las luces del vagón despeñado quedaron encendidas “y reinó la serenidad”, como confesó Roque días después. La maniobra de rescate suponía un gran peligro por el riesgo de atrapamiento o de despeñamiento, pero Roque no dudó en auxiliar mientras en la capital, ajena a todo en ese momento, esperaba su regreso la esposa, Isabel Fernández Pérez, y sus siete hijos.

Tren “TAF”, idéntico al que descarrilló en Almería el 5 de mayo de 1970 Tren “TAF”, idéntico al que descarrilló en Almería el 5 de mayo de 1970

Tren “TAF”, idéntico al que descarrilló en Almería el 5 de mayo de 1970

El afán por ayudar se topó con un serio inconveniente: había heridos dentro del vagón a los que no se podía acceder. Por ello, siete policías que regresaban de un curso de formación activaron su amor al prójimo y comenzaron a romper los cristales del convoy despeñado con la culata de sus armas reglamentarias. Aquellos héroes, cuya valerosa acción ha sido rescata del olvido en el libro “Azorín 1970”, eran Francisco Mullor Mullor, Miguel Garrido Serrano, José Molina Sánchez, Emilio Eduardo García Andrés, Antonio Guillén Guerrero, Ramón Galera López y Juan Antonio Arroyo Uceda. 

Como el accidente ocurrió a menos de una hora de la estación de la capital, la decisión del personal de Renfe y de los policías fue sacar uno a uno a los heridos y al resto del pasaje que resultó ileso y refugiarlos en los dos vagones de cabeza, que no descarrilaron, para esperar la llegada de un tren de auxilio procedente de Almería. No murió nadie, pero hasta veintiséis personas sufrieron diferentes heridas.

Los minutos se hacían eternos y, mientras, los remedios del practicante, personal de Renfe y de los policías hicieron más llevadero aquel drama sobre raíles y cristales rotos. Por fin una unidad motora enganchó al vagón de los damnificados y arrancó camino de la capital. En la estación ya esperaba el gobernador civil, tres ambulancias y varios médicos que habían sido movilizados, entre ellos el doctor Carlos Galván de la Viuda y el técnico sanitario Manuel Casas Casas.

Los heridos más graves o con golpes en la cabeza fueron evacuados e ingresados en el Hospital Provincial

Los heridos más graves o con golpes en la cabeza fueron evacuados e ingresados en el Hospital Provincial, Bola Azul y en la clínica del cirujano Eusebio Álvaro Miguez, en la calle San Pedro. Se trataba del interventor del tren José Lombardo Rodríguez, de 30 años; José Molina Felices, de 46 años; Julio Rodrigo Malvesi, de 27 años; el matrimonio que viajaba de luna de miel Mercedes Padilla Vallés y Andrés Beltrán Algarra; Concepción Bargueña Taravillo, de 61 años; Araceli Campos Segura, de 72 años, y su marido Antonio Aguirre González, de 71 y María Clemente Fernández, de 51 años, que volvía a su piso recién estrenado del “Edificio Luz”, en la antigua Huerta de Azcona. El héroe del practicante jubilado, José Muñoz, necesitó más de quince días de hospitalización para reponerse totalmente de sus lesiones.

El descarrilamiento provocó una gran conmoción en Almería porque no era el primero que ocurría en esa zona y evidenciaba la falta de mantenimiento de la línea férrea. El gobernador ordenó una investigación y, al día siguiente, le cumplimentaban en su despacho el ingeniero jefe de la división de vías y obras de Renfe, Luis Errazquín Caracuel, y el inspector principal de movimientos de la compañía, Juan Torres Botello. La solución: carpetazo.

Pasó el tiempo, los heridos curaron y aquella heroica acción del kilómetro 222 de la línea férrea se fue diluyendo. Ha transcurrido medio siglo, pero aquello no conviene olvidarlo. 

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