inmigración

Ángeles de la guarda con uniformes verdes

  • El Servicio Marítimo de la Guardia Civil rescata cada día a decenas de personas que intentan alcanzar las costas gaditanas a bordo de frágiles embarcaciones

Algunos de los migrantes rescatados esta semana por la Guardia Civil, entre ellos varios bebés.

Algunos de los migrantes rescatados esta semana por la Guardia Civil, entre ellos varios bebés.

La visión de una patera atestada de seres humanos en medio de un hambriento mar es sobrecogedora. Un amasijo de piernas sale de la embarcación entre los neumáticos que algunos portan a modo de salvavidas, como precaución ante la posibilidad de que el excesivo peso de la zodiac los haga naufragar. En el centro, protegidos por la manada, en esa costumbre ancestral que tan bien conoce la fauna africana, viajan los más débiles: los bebés, las mujeres, los adolescentes, que asumen con valentía el mayor de los ritos iniciaticos posibles, el de lanzarse a las aguas para intentar alcanzar el paraíso europeo. Lo que el futuro les depare en esta tierra es otro cantar, pero, de momento, su sueño, el de miles de personas, es vivir.

En este primer mundo que trata de entender por qué la enfermedad más común del siglo XXI es la depresión todavía sorprende que haya quien arriesgue la vida por algo. La cuestión es que muchos carecen hasta de los derechos más fundamentales. Así que cuando ya exhaustos, con el salitre adherido a la piel como un costurón, ven a lo lejos una patrullera del Servicio Marítimo de la Guardia Civil, empiezan a creer en los milagros.

Las imágenes que ilustran este reportaje hablan por sí solas. Una patrullera de la Benemérita los avistó en un estado muy complicado y con la embarcación casi rendida por el peso. Bebés sostenidos en volandas por agentes que arriesgan su integridad para izarlos a la patrullera, madres llorosas, hombres sin fuerza para sonreír... Ese trabajo, sordo y que apenas se ve está muy presente estos días en la orilla sur de Europa.

Las patrulleras del Servicio Marítimo recorren cada día muchas millas náuticas en las aguas del Estrecho. Si antes tenían que luchar contra los narcos, ahora pesa más la tarea suprema, la de salvar vidas. "Entre perseguir un alijo o salvar una vida siempre voy a elegir lo segundo", reconocía un alto mando de la Benemérita no hace mucho. Estamos hablando de vidas humanas y cada día están llegando centenares de personas a nuestras costas en busca de una oportunidad.

En una de las últimas pateras socorridas viajaban dos bebés de pocos meses de vida

"El flujo migratorio ha cambiado", comentaba en el mismo puerto de Barbate un agente con muchas horas de mar a sus espaldas. "En otras ocasiones hemos tenido muchos, pero lo de este año ya es exagerado, no damos a basto para poder atenderlos. Encima no salta el Levante, el mar está en calma y eso los anima todavía más".

Porque por más que los cuerpos policiales pidan un puerto único de desembarco de migrantes aún siguen llegando a Barbate, Tarifa y Algeciras de manera indiscriminada. El objetivo es crear un centro de acogida en San Roque, en la zona de Campamento, y que el puerto algecireño sea también base habitual de los desembarcos de migrantes, pero todavía no se ha culminado un proceso que requerirá mucho de coordinación y buena voluntad entre todas las partes.

Hay que tener en cuenta que las patrulleras de la Guardia Civil no están acondicionadas para trasladar a decenas de rescatados. Y Salvamento Marítimo, que hace una gran tarea igualmente, a veces no está coordinada con Guardia Civil. Algunos agentes llegan a comentar que no entienden por qué sus embarcaciones acuden a la llamada de pateras que están a apenas media milla de la costa marroquí y traen hasta España a sus ocupantes. "Por las normas internacionales de auxilio podrían ponerlos a salvo en Marruecos, en vez de recorrer un montón de millas y navegar horas para traerlos hasta Barbate, donde ya no caben y a veces tienen que permanecer durante horas en el propio barco".

Marruecos sólo ha rescatado al 16,6% de los migrantes que se han lanzado al mar

La situación llegó a tal punto durante esta última semana que en el puerto barbateño la empresa que tiene la concesión de la Almadraba de Barbate cedió una de sus naves para que pudieran desplazar allí a los recién llegados. Unos 90, que fueron rescatados de las aguas el martes, tuvieron que pasar la noche en los tres módulos prefabricados que sirven de refugio en el mismo puerto, turnándose para dormir, hacinados y sin las condiciones de higiene adecuadas. Entre ellos incluso había un niño que con una camiseta de la Selección Española de fútbol se paseaba con aire curioso entre los agentes de la Guardia Civil.

Por la mañana del miércoles, durante nuestra visita a las instalaciones portuarias, algunos agentes comenzaron a trasladarlos a Algeciras. Se vieron escenas dolorosas. Hombres como trinquetes sin apenas fuerzas para caminar, apoyándose en los agentes con la mirada perdida. Los médicos que los examinaron dijeron que estaban en buen estado en su mayoría, si acaso exhaustos en todo caso por la travesía. Uno de los más jóvenes parecía que podía tener sarna, aunque tras un examen más detenido se comprobó que sus marcas en la piel sólo eran producto del mar y el sol. Durante el rescate en el mar, los agentes les ofrecieron lo que tenían, algún bocadillo, líquidos sobre todo para paliar la deshidratación provocada por las horas en el mar. "No es una imagen a la que uno se acostumbra. Algunos, los marroquíes, buscan cruzar y si se los devuelve a su país lo siguen intentando, las veces que haga falta", dice otro agente.

No obstante, en este aluvión que se está produciendo este verano, casi todos son subsaharianos. Las devoluciones en caliente a Marruecos, que el Ministerio del Interior ha justificado en las últimas horas, han socavado la moral de los marroquíes. Un dato que da una idea de lo que está pasando en el Estrecho: Marruecos sólo ha rescatado al 16,6% de los migrantes que se han lanzado al mar en los últimos meses. El resto ha conseguido llegar a la costa gracias a la Guardia Civil o a Salvamento Marítimo. En tierra es la Policía Nacional quien se encuentra con el problema de ubicarlos. Aunque se colocó un puesto en Tarifa para evitar que tuvieran que ser trasladados hasta otras comisarías para ser reseñados, los sindicatos policiales también se han quejado amargamente de que necesitan más efectivos, más coordinación, más seguridad.

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