Ha sido llegar a Argentina y cantar de lo lindo; o dar el cante, según se mire. Néstor Gorosito concedía ayer una entrevista a Marca desde su país natal en la que tira por los suelos la caballerosidad con la que abandonó el club. Y es que parece que todo lo que calló el día de su despedida (se percibe que aún no había rubricado el finiquito) lo vomita ahora que el equipo se lo juega todo a una sola carta en la última jornada.

Sus perlas dialécticas tienen doble dirección. Por una lado critica sin disimulo la gestión de quien lo contrató, Alfonso García Gabarrón, de quien apunta que "es complicado llevar un club viviendo a 200 kilómetros" [la distancia real entre Águilas y Almería es de 114,5 kilómetros por la AP-7 y A-7 o de 135,9 kms. si se opta por la AP-7 y la N-340a].

En su repentino ataque de cuernos lanza también un par de pullazos al que fuera jugador y luego su sustituto en el banquillo, Fernando Soriano: "Lo decidió el dirigente. No me parece lo más acertado, pero cada uno sabe lo que hace y es responsable de las medidas que toma".

Con el maño se ensaña al recordar que casi todos los jugadores le desearon suerte salvo él: "No hablé nada. Y eso que muchos jugadores nos han agradecido y han tenido palabras muy lindas hacia nosotros, pero con Soriano no hemos hablado".

En la 'rajada', que no tiene desperdicio, recuerda cómo se produjo su destitución: "El presidente decidió cambiar de entrenador y no nos habló. Vino un empleado del club para comunicarnos su decisión [se entiende que Pepe Bonillo en su papel de director general], pero él no nos dijo nada, ni siquiera nos mandó un mensaje".

En su línea de ajuste de cuentas y de realzar su labor al sumar 26 puntos de 60 posibles, Gorosito airea lo acontecido en el mercado invernal: "El presidente es una persona muy especial. Si no hay diálogo, todo es cuesta arriba. En diciembre se fueron jugadores que yo pedí se quedasen como Montoro y Cristian Herrera". Pese a todo, concluía deseando la salvación rojiblanca.