atletismo

El vicio de correr

  • A sus 68 años, Diego Bautista ha completado este año cinco medias maratones

  • Su casa es un museo de los trofeos, con más de 170 copas y 40 medallas

Diego posa con los trofeos conseguidos en lo que va de temporada.

Diego posa con los trofeos conseguidos en lo que va de temporada. / javier alonso

Diego va a la cocina... y corre, baja a por el pan... y corre, se acerca al kiosco a por el periódico... y corre, a la consulta del médico va también corriendo, faltaría más. Sólo deja de correr cuando está sentado, pero su mente está ya pensando en cuál va a ser la siguiente carrera. Diego Bautista Ramos es un almeriense que ha recorrido más kilómetros a la carrera que el coche de Fernando Alonso. A sus 68 años, este atleta del Club Zapillo Atlético es un clásico de cualquier prueba nacional que implique quemar suela de los tenis, como mínimo, durante 10 kilómetros.

Y de ahí para arriba, por supuesto. A sus 68 años, las cinco maratones de estos últimos meses (Almería, Murcia, Granada, Bacares y Almansa) atesoran que no hay tirón muscular que pueda con él. Sin embargo, en Murcia, al completar su cuarta maratón con cierto sufrimiento por culpa del gemelo en 2013, decidió poner fin a la prueba de los 42 kilómetros y 195 metros tras haber corrido como un galgo en Málaga, Zaragoza, Ciudad Real y la ciudad vecina.

Lo más sorprendente de la historia no es la hazaña épica de desafiar al envejecimiento a la carrera, sino cómo empezó todo. A Diego siempre le había apasionado ponerse los tenis y hacer unas tiradas, pero nunca le había dado por estas carreras semiprofesionales. Hasta que con 40 años llegó una situación que a otras personas hunde en la depresión y en los malos hábitos. Con la separación, a Diego le dio por ser un corredor peculiar, diferente al simple atleta que corre por beneficio.

Él corre porque es su estilo de vida, porque su mente no puede ordenar a sus neuronas otra cosa que no sea mover sus pies lo más rápido posible. "Me siento fantástico cuando corro. En las carreras noto el cariño de la gente y yo siempre voy saludando", asegura Diego mientras conecta a la carrera la siguiente frase a decir: "En Bacares, por ejemplo, era yo el más viejo, ya el año pasado me hicieron un homenaje", otro de esos trofeos imborrables de su memoria que guarda como oro en paño en el kilómetro más importante de su corazón.

Y es que para Diego cada trofeo significa mucho. No ya el haber sido primero, segundo o decimocuarto, sino por el hecho de haber completado otra carrera más y demostrarse a sí mismo que en sus piernas todavía hay fuerza para recorrer ciento de kilómetros más. "Aquí voy a seguir entrenando y compitiendo duro hasta que el cuerpo aguante. Quiero, como mínimo, llegar a los 70 años", para lo que el sóleo debe de respetarle, pues es la única pequeña china que obstaculiza su camino.

"Me hubiera gustado competir en la Maratón de Nueva York o de Boston", uno de esos sueños de todo buen atleta, "pero por el trabajo no pude", al estar de conserje en el Centro Social de Ciudad Jardín. "Mis compañeros se van en noviembre a la maratón de Atenas y a la vuelta mí me gustaría hacer la de Córdoba", indica este veterano corredor, tan ocurrente como buen atleta. Y es para transportar algunas de las copas para hacer este reportaje, a Diego no se le ocurrió otra cosa que llenar una maleta de viaje de trofeos. Las sacó cuidadosamente del museo de copas que es su casa y las trajo a la carrera a la redacción de Diario de Almería. Orgulloso es poco, el vicio del deporte corre a mil por hora por las venas de Diego.

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