Emociones y rendimiento de las empresas familiares
La identificación de la familia propietaria con la empresa conlleva un apego emocional al negocio familiar, un deseo de preservar la compañía para las futuras generaciones
SE estima que el 89% de empresas de nuestro país son familiares, generan el 67% del empleo privado y representan un 57,1% del PIB del sector privado, suponiendo un importante motor económico para España. El protagonismo de estas empresas se observa más allá de nuestras fronteras, pues generan 60 millones de empleos en el sector privado en la Unión Europea y representan el 50% del empleo privado en Estados Unidos, según datos del Instituto de Empresa Familiar. Por todo lo anterior, no es de extrañar que en los últimos años hayan proliferado los estudios científicos sobre estas empresas. Entre ellos hallamos una corriente dedicada a investigar los resultados alcanzados por las mismas, y los factores que influyen en su rentabilidad, pues para sobrevivir y seguir funcionando a largo plazo, una empresa debe ser económicamente viable.
No obstante, medir los resultados de un negocio no siempre es fácil. Podemos hacerlo mediante indicadores objetivos, como el beneficio neto alcanzado o el crecimiento de las ventas. Sin embargo, obtener este tipo de información de las empresas privadas puede resultar en ocasiones problemático, pues estos datos pueden no estar disponibles o algunos directivos pueden mostrarse reacios a revelarlos. En estos casos, los investigadores suelen recurrir a medidas subjetivas de los resultados, referidas al nivel de satisfacción de los directivos con los objetivos alcanzados, en lugar de medir los resultados en sí. De esta forma, lo que realmente medimos es la percepción que tienen los directivos familiares de los resultados de la empresa.
Esta percepción, en las empresas familiares, puede verse afectada por un aspecto clave, que las diferencia de las no familiares: la riqueza socioemocional (o la riqueza no económica). La riqueza socioemocional se entiende como aquellos aspectos no económicos que generan valor y satisfacción a la familia. A menudo, la identificación de la familia con la empresa, llega hasta el punto de que el negocio es una extensión de la familia, sin un límite claro entre familia y empresa, donde el prestigio de la empresa y el prestigio de la familia están íntimamente ligados. Esta identificación conlleva un apego emocional al negocio familiar, un deseo de preservar la compañía para las futuras generaciones y un gran compromiso con la empresa. Este apego emocional y compromiso con la familia con una visión a largo plazo, puede hacer que estas empresas en determinadas ocasiones antepongan los objetivos socioeconómicos frente a los financieros, priorizando, por ejemplo, los intereses familiares sobre los intereses de la empresa, lo que rara vez ocurre en las empresas no familiares, donde se tiende a priorizar los objetivos económicos. Todo este cúmulo de emociones y relaciones de confianza entre los miembros de la familia es parte de esa riqueza socioemocional de la empresa y nos puede llevar a plantearnos la siguiente cuestión: ¿debería hacerse hincapié en el nivel de satisfacción de la familia con el rendimiento alcanzado por la empresa más que en el rendimiento económico en sí a la hora de evaluar los resultados de la empresa familiar?
Ahondando en esta cuestión y en los aspectos que distinguen a este tipo de empresas de sus homólogas no familiares, debemos destacar la importancia de las emociones en la toma de decisiones y en el comportamiento de estos negocios. El apego emocional afecta a la prioridad que da la familia a los objetivos no económicos frente a los económicos; por ello, las emociones son mucho más complejas en las empresas familiares y su influencia es mucho mayor que en otro tipo de empresas, llegando a afectar a los objetivos estratégicos, a la toma de decisiones y actuaciones que se llevan a cabo y, finalmente, a sus resultados. De hecho, estudios recientes mantienen que las emociones suscitan sentimientos profundos de compromiso con la empresa y los miembros de la familia tienden a atribuir su propio bienestar al de la empresa, lo que se corresponde con el mantenimiento de un concepto positivo de sí mismos. Al experimentar los miembros de la familia un fuerte vínculo emocional con la empresa, es más probable que perciban subjetivamente que el rendimiento del negocio es elevado, debido a la inclusión de los aspectos socioemocionales en esa valoración. Así, tienden a sobrevalorar la empresa porque, consciente o inconscientemente, incluyen tanto la riqueza financiera como la no financiera. En consecuencia, la presencia de un profundo apego emocional puede dar lugar a sesgos en la percepción del rendimiento económico, pues las emociones provocan un efecto de ilusión (o de inflación) entre la percepción subjetiva y la realidad objetiva en este tipo de empresas. Por tanto, la satisfacción con el rendimiento quizás no sea el indicador más adecuado a la hora de evaluar el rendimiento de estas empresas.
Una investigación realizada recientemente sobre esta cuestión en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla en colaboración con la Universidad de Leicester en el Reino Unido, revela el importante peligro que subyace a este efecto de ilusión: la satisfacción de los miembros de la familia con los resultados de la empresa (una medida subjetiva de los resultados financieros) está sujeta a la “caldera emocional” que caracteriza a las empresas familiares y, por tanto, la toma de decisiones puede estar basada en percepciones distorsionadas de la realidad. De hecho, nuestro estudio demuestra que, considerando la misma batería de criterios de rendimiento subjetivos y objetivos, aquellas empresas familiares con mayor apego emocional, perciben un rendimiento financiero subjetivo superior a su verdadero rendimiento objetivo subyacente.
Por todo lo anterior, los directivos de las empresas familiares deberían tener en cuenta que el apego emocional puede llevarles a tomar decisiones basadas en una percepción errónea de los resultados reales, y que las decisiones tomadas posteriormente, especialmente si se trata de inversiones ambiciosas, podrían desestabilizar la empresa familiar.
Los directivos familiares deberían aplicar sistemas de medición del rendimiento más amplios y, así, garantizar que se capten y registren una mayor diversidad de medidas financieras y no financieras, tanto objetivas como subjetivas. De este modo se reducirían los peligros que plantean los efectos de sesgo e ilusión detectados en nuestro estudio, paliando así el riesgo que supone “el ver la vida color de rosa” resultante del elevado apego emocional, y, de esta manera, conseguir que estas empresas tomen sus decisiones basándose principalmente en resultados financieros, y no en la mera percepción del rendimiento.
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