Diego Ramos: "No parecerse a nadie: esa fue la lección de Rafael de Paula"

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El pintor colombiano habla desde su estudio en Francia sobre Rafael de Paula, su relación con Morante de la Puebla y por qué el toreo sigue siendo su obsesión pictórica tras tres décadas en Europa

El pintor Diego Ramos en su estudio del sur de Francia.
El pintor Diego Ramos en su estudio del sur de Francia. / M.G.
Gloria Sánchez-Grande

17 de noviembre 2025 - 06:59

El pintor colombiano Diego Ramos (Cali, 1976) acaba de volver de Nueva York y confiesa que aún le pesa no haber podido llegar a tiempo al entierro de Rafael de Paula, su maestro espiritual, su obsesión pictórica. Vive en el sur de Francia, donde pinta acompañado de su gato Fino y de una luz que cambia con las estaciones. Habla despacio, con el acento entremezclado de quien ya no sabe bien de dónde es.

Pregunta.¿Dónde le pilló la noticia de la muerte de Rafael de Paula?

Respuesta.En Francia, en mi estudio.

P.¿Qué tenía Paula que no tenga nadie más?

R.Misterio. Y torería para dar y tomar. Con tan pocos números en su haber, dejar una huella artística y estética así está al alcance de muy pocos. Era rama del tronco de Juan Belmonte y el mejor maestro de Morante. Todo eso, sumado a una personalidad única.

P.¿Y qué le une a Morante de la Puebla, otro de tus fetiches?

R.El amor por la tauromaquia más clásica y el intento de actualizarla, de sumarle color al blanco y negro, con toda la dificultad que eso implica. Hay amistad y complicidad. Las bellas artes comparten muchos puntos en común. Siempre he sido admirador de los toreros artistas, como José Antonio.

P.Su padre hacía monteras y usted hace cuadros. ¿Se hereda el oficio o la obsesión por el toro?

R.Hijo de tigre, sale pintado. El mejor legado de mi padre fue darme buenos ejemplos: educación, respeto por la gente y por nuestro oficio. Me trajo a Madrid para estudiar. Él es noble y trabajador; yo, un tanto más flamenco. Pero está claro que el amor por el toro se refleja en lo que hacemos.

Ser torero es la suma de muchas cualidades; si una falla, la fórmula no funciona. Afición tengo mucha, pero de valor ando justito

P.Intentó ser torero. ¿Qué le hizo cambiar el capote por el pincel?

R.Pinto desde que tengo uso de razón. La pasión por las bellas artes fue temprana: el artista nace, eso es capital. Pero me faltó valor. Ser torero es la suma de muchas cualidades; si una falla, la fórmula no funciona. Afición tengo mucha, pero de valor ando justito. Con 19 años, en mi Cali natal, tuve un mal susto con un novillo y me quité. Entendí pronto que la juventud no se debe desperdiciar. A los 17 ya exponía y vivía de mi pintura.

P.¿Qué le pasa por dentro cuando ve los trajes de luces en el ruedo?

R.Admiración y respeto. Es mi cultura. Miro como pintor: busco los contrastes, las armonías de color, la incidencia de la luz. El espectáculo que encierra una plaza es una obra viva de luz y de color, de vida y de muerte. Es una danza entre el bruto y el esteta. Eso veo cada tarde, incluso en un tentadero.

P.¿Cuánto hay de España en su pintura y cuánto de Colombia?

R.De Colombia me quedan los colores puros y luminosos. De España, la escuela y las bases. Amo profundamente a España. Salí muy joven de mi país y ya llevo más de treinta años en Europa. Viajar nutre el cerebro y el alma, y para un artista es fundamental. A veces pienso que no soy de ninguna parte. Soy del mundo.

P.¿Qué color le define hoy?

R.Mi paleta es amplia, valiente y versátil, pero me muevo mejor entre las gamas cálidas. Pinto, como vivo o me visto, según mi estado de ánimo. Más que un color, me importa la luz: manejar bien los tonos y los valores. Es un rompecabezas constante. La pelea con el blanco está siendo apasionante.

El espectáculo que encierra una plaza es una obra viva de luz y de color, de vida y de muerte. Es una danza entre el bruto y el esteta

P.Si Degas veía bailarinas, usted ve toreros. ¿Nunca se cansa del tema?

R.A veces me aburren, sí. Estudio y exploro otros temas, pero ser fiel a mis sentimientos me hace volver al toro. Cada obra es un aprendizaje, y eso compensa el cansancio. Me absorbe energía, pero también me la devuelve.

P.¿Qué ha aprendido de sus maestros, los grandes pintores españoles?

R.Los estudio constantemente. En Nueva York disfruté mucho en la Hispanic Society, frente a la obra maestra de Sorolla. Y en el Metropolitan, ver Corrida de toros en una plaza partida, de Goya, fue emocionante: un tratado de modernidad y potencia. Velázquez nos enseña a pensar antes de hacer, que menos es más. Picasso, a dibujar con vida. Me fascinan Fortuny, Pradilla, Pinazo… Y Antonio López, un maestro de verdad.

¿Qué sería de la vida sin la sangre? Solo polvo y arena

P.¿Qué le gustaría que dijeran de usted dentro de un siglo?

R.Nada. No me preocupa, ni dentro de un siglo ni ahora. Lo importante es vivir el presente, sacarle el jugo, ser feliz y respirar aire limpio, respetando el entorno. Lo que digan los demás es secundario. Igual nos van a criticar. Si obras bien, eso repercute. Para verdades, el tiempo.

P.¿Y de Paula, qué le gustaría que quedara?

R.Fue un maestro que nunca supo taparse. No parecerse a nadie es una virtud que no todos comprenden. Poner el alma al servicio de la estética. Dirán que el toreo tiene sangre, sí… pero ¿qué sería de la vida sin sangre? Solo polvo y arena.

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