Cultura

Almería es protagonista de la novela 'Los parámetros del Universo' de Paco Luna

  • La obra digital del profesor abderitano se presentó ayer en el Circulo Mercantil de Almería El libro, cuyo prologo es de Eduardo Ruiz, encierra un homenaje a la cultura andalusí

El profesor almeriense de Antropología, Francisco Luna Gómez, presentó ayer en el Círculo Mercantil e Industrial de Almería, su novela digital Los Parámetros del Universo.

La obra es la primera novela del abderitano Paco Luna. Este doctor en Biología por la Universidad de Barcelona de larga trayectoria profesional es en la actualidad profesor titular de Antropología Física de la Universidad Complutense de Madrid.

Lo que inicialmente parece ser un libro de viajes con una presencia muy importante de la gastronomía e incluso del recetario de cocina tradicional de una gran variedad de lugares y de aventuras, en el que se mezcla la narrativa de ciencia ficción y de misterio y también la novela histórica, va derivando hacia una reflexión sobre el género humano en su conjunto.

Y a medida que ésta va avanzando se descubre que el tiempo, el espacio y la materia forman los ingredientes de Los Parámetros del Universo. Y que éstos son capaces de crear infinitos universos paralelos en los que viven todos los personajes de la historia y a los que no podemos ver porque nuestras coordenadas de esos parámetros no coinciden con las del resto.

En la novela, el astrofísico de la Universidad de Barcelona, Rafael Llorca Arabí, alter ego del autor, de padre catalán emigrado a Adra y de madre abderitana, relata una serie de experiencias inexplicables desde el punto de vista científico, que casi siempre vive en solitario y de las que sale airoso gracias a una mujer.

En ellas se transporta de manera sobrevenida a un espacio-tiempo distinto en el que convive, a veces como testigo y a veces interactuando peligrosamente con la historia.

Rafael tiene el don de poder modificar, sin saber cómo, las coordenadas para poder acceder a esos universos, casi siempre dando saltos temporales, dentro de un mismo espacio y, en ocasiones, entre espacios y mediante cambios de materia.

La mayor parte de esas experiencias son encuentros con personajes del mundo hispanoárabe de la talla de Boabdil o Aben Humeya, que esconden una revelación, unido a una detallada descripción de hitos históricos, artísticos, culturales y gastronómicos que forman el legado Andalusí. Aunque también hay escenas y personajes de otros tiempos históricos con los que interactúa, como es el caso del compositor mejicano Agustín Lara.

La novela rinde un homenaje a la cultura, el arte y los conocimientos científicos de aquellos hispanomusulmanes que no extranjeros, cuyos cientos o miles de nombres de filósofos, matemáticos, agrónomos, médicos o arquitectos, pueblan el callejero de las principales ciudades musulmanas, sin que nuestra pobre memoria colectiva pueda recordar más de cuatro o cinco de ellos.

La novela está estructurada en cuatro partes con un total de 35 capítulos y un epílogo a manera epistolar, a través de 36 cartas remitidas por correo electrónico a su íntimo amigo, el astrofísico uruguayo Raúl Sanz que comparte con el protagonista esa capacidad para vivir episodios históricos de súbito por espacio de minutos. Incluso cuando el destinatario de esos correos muere, Rafael Llorca sigue escribiendo para Raúl, que representa al universo de lectores.

A lo largo de la obra, los viajes espaciotemporales llevan a Rafael Llorca o convivir consigo mismo en edades distintas en un episodio de salto temporal en que se llega a salvarse la vida a sí mismo de morir aplastado por la caída accidental de una viga.

Las referencias a la provincia de Almería, sobre todo de comarcas como la Alpujarra a través de su amigo virgitano, Tesifón Navarrete, son constantes, tanto a través de excursiones como de conversaciones, con una detallada descripción de lugares, monumentos, zonas de alto valor medioambiental, anécdotas y episodios históricos vividos en esta comarca, despensa del Reino Nazarí de Granada, por su riqueza agrícola, sedera y ganadera.

No podían faltar las referencias personales del autor a la patria chica del protagonista, que es la suya propia, Adra, a la que transforma en Mamadra, porque necesita seguir en un contacto íntimo con la tierra donde está su casa, donde vivieron sus padres y donde siguen vivos todos los recuerdos de familia.

Esa casa familiar, una de las pocas de valor arquitectónico que quedan en pié en el casco urbano abderitano es algo más que un hogar. Es un refugio, una fuente de inspiración y de conocimiento a través de una complicidad sin límites con sus padres y con su hermana. Entre sus paredes, cualquier tema por delicado que fuese, podía ser motivo de tertulia, a veces amarga, pero siempre instructiva, buscando explicar lo que al fin y al cabo buscan todos los científicos y seres humanos en general: el por qué de las cosas.

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