Cultura

Cuevas celebra hasta mayo el ciclo de conferencias 'Nuestra historia en su lugar'

  • Esta actividad está teniendo una gran acogida ya que se centra en la historia del municipio

Instalaciones de la fundición San Francisco Javier de Palomares.

Instalaciones de la fundición San Francisco Javier de Palomares. / José Rodrigo

La particular dispersión poblacional de Cuevas del Almanzora, con 22 pedanías repartidas por los 264 kilómetros cuadrados que integran su término, exige un esfuerzo continuado de acercamiento de oferta cultural hasta aquellos núcleos más relevantes en cuanto a demografía, los cuales adquieren un papel vertebrador con respecto a otras pedanías de menor entidad y situadas en sus cercanías.

Junto a esta peculiaridad geográfica y demográfica, se celebra un ciclo de conferencias en el que se ha tenido en cuenta la necesidad de abordar la historia municipal de un modo descentralizado. Cuevas del Almanzora posee una amplísima y riquísima historia cuyos escenarios por fortuna se hallan diseminados por toda su extensión. Ambos aspectos, sin duda definidores y condicionantes, han marcado la naturaleza y diseño del ciclo, de modo que la necesidad de aproximarla a toda la población del municipio y la oportunidad de determinados hechos acaecidos en diferentes puntos del mismo confluyen y otorgan fundamento al desarrollo del ciclo.

El municipio de Cuevas del Almanzora cuenta con una rica historia. El solar que hoy ocupa ha sido transitado desde la antigüedad por diferentes culturas y civilizaciones que nos han dejado su impronta. Los argáricos lo poblaron hace más de tres mil años y del estado que consolidaron durante más de un milenio formaron parte Fuente Álamo (en Sierra de Almagro) y El Oficio (entre Grima y Los Lobos), dos yacimientos que en la actualidad aún tienen mucho que aportar a su conocimiento. Fue en el siglo VII a C. cuando los fenicios, aquel pueblo de mercantes de origen oriental, arribaron hasta las costas de la actual Villaricos y fundaron Baria, una ciudad próspera y esplendorosa que incitó los afanes de conquista de los romanos, que no cesaron en su empeño hasta que la conquistaron en el siglo II a C.

Vinieron tiempos de godos y musulmanes, y mientras estos últimos dominaron la futura tierra cuevana nació, en la margen derecha del río Almanzora, entre terreras escarpadas y las feraces tierras de sus riberas, el primer asentamiento de lo que hoy es el núcleo urbano de Cuevas del Almanzora. Casi tres siglos de frontera con el próximo reino cristiano de Murcia, la posterior reconquista de este territorio y más de trescientos años de amenaza corsaria desde el Mediterráneo condicionaron el vacío poblacional que caracterizó a esta parte del señorío de Villafranca y los Vélez hasta finales del siglo XVIII. A mediados de esta centuria, los marqueses impulsan la construcción de nuevas infraestructuras y edificios de diversa índole como nuestra iglesia parroquial de la Encarnación.

El cese de los peligros provenientes del mar, gracias a los tratados de paz impulsados por Carlos III con Argel y el turco, permitió que la población, concentrada hasta ese instante en la villa de Las Cuevas y el lugar de Portilla, comenzase a diseminarse por otros rincones del actual municipio como Guazamara y zonas limítrofes, donde las tierras eran fértiles y el agua abundaba.

Luego el descubrimiento de riquezas minerales en Sierra Almagrera y el paraje de Herrerías actuaron como irresistible atracción. El incremento demográfico fue patente en los años centrales del XIX, una población que quiso asentarse cerca de los centros productivos mineros y metalúrgicos, lo que dio lugar al surgimiento y consolidación –Palomares, Villaricos, Los Lobos, etc.- de las numerosas pedanías que se distribuyen por el municipio.

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