Aleixandre, el anfitrión atento
Cine
El documental ‘Velintonia 3’, dirigido por Javier Vila, explora la hospitalidad del Premio Nobel, a cuya casa acudieron los grandes nombres del 27 y los autores que marcarían el rumbo de la poesía posterior. La película se programa en los festivales de Sevilla y Huelva.
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En su juventud, Jaime Siles visitaba la casa madrileña de Vicente Aleixandre, el inmueble ubicado en el número 3 de la calle Velintonia. Fue allí donde aquel muchacho que había debutado en los versos con el libro Génesis de la luz aprendió en las charlas con el maestro venerado –que tiempo después obtendría el Nobel de Literatura– no sólo lecciones de poesía, también un modo de estar en la vida. “Lo he recordado siempre como una persona entrañable, culta, muy educada y con algo muy extraño entre los españoles: la capacidad de escuchar”, evoca Siles, galardonado hace unas semanas con el Premio Ciudad de Granada-Federico García Lorca. “Aleixandre tenía interés por el otro. Le importábamos los demás, algo especialmente extraordinario en nuestro caso, que éramos unos niños de 18 o 19 años”.
El plural en el que habla Siles engloba a Antonio Colinas, otro autor hoy consagrado que un día llamó también, en busca de alguien que le guiara en el camino, a la puerta de Aleixandre. Ambos, ya septuageniarios, pudieron recorrer las estancias de aquel viejo refugio gracias a la grabación de Velintonia 3, un documental –celebración de la poesía y la amistad– que dirige Javier Vila y que tras su presentación en el pasado Festival de Málaga se verá en las próximas semanas en los certámenes de Sevilla (este martes 11) y Huelva (el jueves 20), antes de su llegada a los cines a final de mes, el día 28.
Siles no había regresado a aquella vivienda desde 1983. “Fue como si los cuarenta y tantos años que habían pasado se me echaran encima. La casa era la misma, pero faltaban los muebles, las paredes estaban desconchadas, todo se veía deteriorado. Aunque para nosotros lo importante era el espíritu de Velintonia, lo que Velintonia había significado como testimonio de la Generación del 27, la relevancia que también tuvo ese espacio en la posguerra. Algo que Aleixandre asumió casi como un sacerdocio, y que dejó una energía que seguía intacta”, opina el poeta valenciano.
“Planteamos el rodaje con la menor manipulación posible”, explica Javier Vila sobre ese reencuentro de los amigos y discípulos de Aleixandre –también Guillermo Carnero, Vicente Molina Foix, Marcos Ricardo Barnatán, Javier Lostalé o Rosa Pereda– con un espacio que según Pereda vivieron como la “isla donde se podía hablar, pensar, un resquicio de libertad”. “Les dejamos el tiempo necesario para que deambularan por la casa”, continúa el director Javier Vila, “para que les fueran viniendo los recuerdos y fuera brotando la emoción. Y después disponíamos entre ellos encuentros a dos, que era el formato favorito de Aleixandre, decía que así uno puede mirar a los ojos al otro”.
El equipo del documental era consciente de que entre esos muros habían resonado las voces de Cernuda, García Lorca, Miguel Hernández, Neruda, y de todos los poetas posteriores que acudieron al calor de ese fuego primero. Ese chalé, entre el júbilo del pasado y el desamparo actual, simbolizaba la pasión y el olvido. “Allí se reunió el 27, esa generación que quiso cambiar lo establecido en la poesía; en la posguerra esa casa fue un faro que alumbró a los que estaban en el exilio y a los que se quedaron, y en la Transición, ya cuando le otorgaron el Nobel a Aleixandre, representó el aperturismo de un país que salía de la dictadura”, señala Vila. Con el tiempo el número 3 de la calle Velintonia, un edificio cerrado tras la muerte del Nobel, quedaría como la estampa del abandono y la desmemoria. “Parece que ahora [tras la adquisición del inmueble por parte de la Comunidad de Madrid, que proyecta allí la Casa de la Poesía] estamos ante un final feliz”, celebra el director de esta película y montador de los documentales Paraíso en llamas, La fabulosa Casablanca o Rota’n’Roll, en el que también ejerció como guionista.
Esta producción de Surnames Narradores Transmedia y MLK reconstruye la correspondencia y las reflexiones de un autor “muy confesional, que se abrió mucho a los sentimientos”. Las impresiones de este sevillano de nacimiento y malagueño de corazón toman vida de la mano de los actores andaluces Manolo Solo, Ana Fernández, Antonio de la Torre y Mona Martínez. El espectador accede, por ejemplo, a esa alegría íntima que sintió Aleixandre por haber permanecido en España y “haber vivido así la suerte de mi pueblo”. Aunque los años que siguieron a la Guerra Civil no fueron fáciles: el poeta asomaba entre los nombres tachados por la censura. “Aleixandre tenía sus ideas, pero no era una persona especialmente militante, aunque firmó sus manifiestos. Si la censura lo tuvo como objetivo”, analiza Vila, “fue más por sus amistades con Lorca y con Miguel Hernández. Pero él va ganándose su lugar en esa España: Dámaso Alonso lo recluta para la RAE, y los censores se dan cuenta de que su poesía no es especialmente peligrosa”.
Fue la frágil salud del autor de Sombra del Paraíso y La destrucción o el amor, que entre otros padecimientos sufrió tuberculosis y la extirpación de un riñón, la que “le hizo dedicarse a la poesía. Y una vez inyectado ese veneno, Aleixandre nunca pierde el entusiasmo. A mí me interesa mucho su última etapa, en la que junto al sentimiento está muy presente el pensamiento. Poemas de la consumación [que publicó con 70 años y por el que ganó el Premio de la Crítica] es un libro muy potente. Es bonito ver que la llama de la creación no se apague en él con los años”, asegura Vila.
El filme evita la “nostalgia fácil”, y la palabra de Aleixandre revive también en poetas jóvenes como María Alcantarilla, Juan Gallego Benot, Andrés París y Laura Rodríguez, invitados a una fiesta que se acerca al legado del autor como algo vivo. “Queríamos recrear ese espíritu de la casa de punto de encuentro entre generaciones, esa sensación de historia coral, de que allí pasaron muchas cosas”, dice el director, que tenía claro que Velintonia 3 era “un documental sobre poesía, y la poesía debía aparecer. He dejado muchas imágenes de archivo fuera porque quería que se oyeran los versos de Aleixandre, pero busqué que no fueran algo bonito únicamente, procuré que aportaran a la trama, que construyeran la narración de la película”.
María Alcantarilla conservará en su recuerdo como una “experiencia luminosa” el recorrido por Velintonia que guió el especialista Alejandro Sanz y que reforzó su vínculo con Aleixandre. “A mí me interesa en su vertiente mística, no mística como religiosa, sino en lo que tiene ese término de cósmico, de erótico, de existencial. Él propone una revisión de la mística que se aleja de lo que se está haciendo entonces en España y con la que yo, curiosamente, me siento muy afín”, declara la poeta. “Porque cuando te invitan a una historia como esta, vuelves a leer la obra del autor, y a mí me ha pasado que he encontrado unas resonancias que no veía de manera tan directa con otra edad”, valora Alcantarilla, feliz de participar en un rodaje donde se sentía la generosidad y la empatía del anfitrión de Velintonia. “Es admirable cómo Aleixandre llevó su enfermedad. A veces caemos presos de nuestras circunstancias, pero él revirtió su situación y convirtió su casa en un lugar de encuentro, de diferentes generaciones, de diferentes perfiles. Es lo que ha pasado en este documental: tuvimos la sensación de que su herencia no son sólo sus libros, sino también su energía”. Quizás, si cerraban los ojos, oían un Mensaje del poeta invitando a la vida: “Amigos, no preguntéis a la gozosa mañana / por qué el sol intangible da su fuerza a los hombres. / Bebed su claro don”.
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