Los voluntarios del Festival de Vélez-Blanco y su importante labor tras los focos
Festival de Vélez Blanco
Un grupo de 14 jóvenes trabaja de forma altruista para que el festival sea un éxito
Este año hay récord de colaboradores
Las mejores fotos de los voluntarios
Por las noches los focos apuntan a los músicos y cantantes sobre el escenario. Por el día, la atención recae en los casi cien alumnos que deambulan por Vélez-Blanco de un lado para otro con sus violines, sacabuches, violas da gamba y fajos de partituras. Pero pocos se fijan en ellos, los voluntarios del festival, que siempre están en un segundo plano facilitando la vida de artistas, alumnos y profesores. Un equipo de 14 personas que dedican muchas horas de su tiempo libre de manera totalmente altruista para que todo sea un éxito.
Son como una pequeña familia encabezada por los dos coordinadores —Helena Martínez se encarga de la parte musical y Diego Gázquez de la académica— y 12 voluntarios. La mayoría repite año tras año y se conocen de toda la vida. Otros se van incorporando, aportando juventud y asegurando el relevo generacional.
Helena Martínez y su hermano Ignacio se han criado en el festival. Desde muy pequeños han estado ayudando en esto y lo otro. De hecho, Helena ha orientado su vida laboral a ese campo (ha estudiado Musicología). Diego también es uno de los veteranos, pues lleva más de una década colaborando con el festival en diferentes tareas. Ellos tomaron el testigo en su día de otros voluntarios como Alba Martínez y Alejandro y Leopoldo Pérez.
Alba Recobeni, las hermanas Noelia, Belén y Lidia Gázquez, Ana Navarro y Ana María Martín-Gaitero también son caras habituales en los últimos años. El caso de esta última es peculiar, pues no es velezana como el resto, ni siquiera es oriunda del pueblo. Ella llegó en 2021 para hacer las prácticas de un máster de Patrimonio Musical de la Universidad de Granada y quedó prendada del ambiente que se vive. Desde entonces, cada verano reserva una semana para venir a este rincón de Almería y colaborar.
En algunos casos tienen que hacer malabares para compaginar su trabajo con el voluntariado, como Alba, que es educadora social en Centro de Protección de Menores de El Contador (Chirivel). O Noelia, que por las mañanas está en la escuela de verano.
Para Ana Belén García, Sofía Vélez, Inés Zapico, Sonia Díaz y Elvira Díaz esté es su primer festival en el equipo de voluntarios. Sofía e Inés son hijas de dos de los profesores de la academia (Aaron Zapico y José Vélez) y han preferido echar una mano a pasar los días en la piscina o simplemente descansando. Ya se han “contagiado” del “virus” del festival y seguro que repiten en años próximos.
Las labores de todos ellos son muy variadas. Van desde la gestión de las entradas para los conciertos —de la que se encarga Ignacio— hasta imprimir partituras para los estudiantes de los talleres. Pero también mueven instrumentos, colocan sillas, controlan los accesos a los edificios, reparten los programas de mano, gestionan las redes sociales... Hacen de todo, hasta ir a recoger a algunos alumnos a las ciudades cercanas para traerlos a Vélez-Blanco, si es necesario.
El trabajo de los dos coordinadores comienza unos meses antes del festival. Con el resto empiezan a hablar unas cuatro o cinco semanas antes del inicio. Se reparten las tareas y se dividen entre los diferentes talleres. Están ahí para ayudar en todo lo que sea necesario.
Este año se ha batido el récord de voluntarios, lo que augura un buen futuro para el festival. Seguro que en la próxima edición repiten todos y puede que incluso algunos regresen, como Manu, que este año ha cambiado el encanto y la tranquilidad del festival velezano por otro muy diferente: Tomorrowland.
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