L A salida de Umar Sadiq in extremis rumbo a la Real Sociedad es mucho más que una venta que ha reportado alrededor de 20 millones de euros a la UDA del jeque Turki Al-Sheikh. Con el nigeriano se fueron veinte goles por temporada, vitales para conseguir un ascenso, decisivos para tumbar nada más y nada menos que al Sevilla en casa. El sábado pasado, Sadiq se despidió de la mejor manera, marcando y amenazante siempre. El gol fue de nueve puro. De un pura sangre nacido para galopar a campo a través en medio de las defensas contrarias. Antes de marcar el 2 a 1 frente a los de Lopetegui, el delantero rojiblanco cogió una pelota en medio de la cancha y zancada tras zancada, dejó en la cuneta a toda la defensa sevillista. Su tiro se fue rozando el palo defendido por el guardameta Bono. Un gol de fantasía, que hubiera sido la despedida soñada por propios y extraños. Porque cuando arranca con espacios, el metro noventa y dos de carne y huesos, se hace sentir en el campo. Siempre me ha llamado la atención la desproporción que le encuentro entre la cabeza y el cuerpo, pero eso no impide que coja velocidad. Igual coge velocidad porque la cabeza va cortando el aire. Lo mismo parece que se va cayendo una y otra vez, pero no cae. Logra llegar. Consigue marcar. Sus registros acreditan lo que muchos goleadores firmarían antes de cada campeonato. Antes de Messi y Cristiano Ronaldo, el centro delantero del Barcelona o Real Madrid, marcaba entre 18 y 20 goles. Es la cifra promedio y Sadiq ha demostrado que sabe convertirlos. Ahora el desafío será reemplazar esos 20 goles que permitan al Almería luchar por sus objetivos, que en primer lugar es mantener la categoría. Ahora en San Sebastián esperan que el bueno de Umar les haga olvidar a Alexander Isak que ya grita goles con el Newcastle. La salida del sueco, provocó el movimiento en Almería. A estas alturas, recién comenzada la competición, todos esperamos no tener que lamentarnos por la ausencia de un goleador que permita mantener intacta la ilusión.

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