El final de una pesadilla

Ganar nunca se había convertido en una meta tan lejana para unos jugadores

E STO se acaba, queridos. Este fin de semana el Cádiz será el último rival del Almería este curso en un duelo de Segunda. Un final triste, apático, bien diferente al que hemos vivido en las dos últimas temporadas. Parece que fue ayer cuando se logró ese ascenso en Leganés. Si la felicidad tiene un techo, quizás ese día muchos lo hicimos añicos. No todos los años van a ser como aquel, qué duda cabe. Ni tampoco como el curso pasado, con otro desenlace de infarto en Barcelona. Cuando el objetivo era pasar un año tranquilo, con la emoción justa y necesaria para mantenerse en Primera División con unas jornadas de antelación, el tiro se desvió tanto que hemos vivido una serenidad tan vacía como inquietante. Desde hace meses, la única preocupación era saber cuándo y dónde, porque el equipo ha padecido una enfermedad mortal cuyo diagnóstico lo han verbalizado semana tras semana los mismos protagonistas. Ellos han logrado lo imposible: ganar nunca se había convertido en una meta tan lejana y competir ha sido la palabra más repetida de un conjunto vulnerable y decaído. La autocrítica, para otros. La autocomplacencia, para nosotros. ¿Qué será de estos futbolistas? Pues, ciertamente, poco o nada le importa a un servidor. Lo que tengo claro es que esta campaña les pasará factura. Os pongo un ejemplo: Lucas Robertone sonaba hace poco para equipos que juegan competición europea y ahora se habla de su vuelta a Argentina. Pues así con todos. La transición que tendrán que hacer para recuperar el prestigio será un proceso del que todavía no son conscientes mientras que se mantienen en una burbuja sobreprotectora. En unos días, cuando salgan al mercado, se darán cuenta de todo. Pues que les vaya bonito y, sobre todo, que se lleven de paso toda la sucia palabrería que han ido dejando.

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