Tribuna Económica
Joaquín Aurioles
Los inventarios de diciembre (1)
Tú no puedes compartirla; pero, perdóname esta tristeza; es que se me ha muerto Ramón, mi Ramón Nieto López de toda la vida; el mismo que me abordó en la Escuela de Formación Profesional Francisco Franco de Almería para preguntarme que por qué hablaba tan raro.
Y no supe qué decirle. Seguramente, yo hablaba como hablaban todos los niños de once años de mi país, Garrucha, desde donde acababa de mudarme al suyo, Almería.
Por aquel entonces, la capital de la provincia era un mundo grande y lejano, y los pueblos como el mío, a cien kilómetros tirando pa’ Murcia, eran mundos pequeños, mundicos, mejor servidos de pesares que de cantares, si dejamos aparte el cantar de la madre que nos parió y el cantar de la mar que cada noche nos mecía y cada mañana nos llenaba de alegría los bolsillos del corazón.
- Tú también hablas raro - le contesté finalmente a Ramón. Y me fijé en el brillo de sus ojos de noble y listo. El mismo brillo de inteligencia y coraje que veis en la foto de nuestro último abrazo.
El coraje con que se enfrentó a las muchas y muy duras adversidades que la vida y la muerte echaron a su paso. Perdóname la tristeza. Y reza por él. Ramón Nieto López ha sido un buen padre, un hombre valiente y bueno.
Un almeriense de bien. Y un grande amigo mío.
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