La cuarta pared

Arquitectura perruna

No debería ser igual una caseta de un Border Collie que la de un San Bernardo

La arquitectura animal es mucho más sofisticada de lo que podemos llegar a pensar a priori. Las aves llevan construyendo sus hogares de forma tectónica (mediante la adición de distintos elementos lineales) desde hace miles de años y algunos pequeños mamí-feros, como los conejos o los topos, construyendo madrigueras estereotómicas (me-diante la sustracción de tierra) con sus propias cámaras privadas y galerías donde desa-rrollar la vida social. A decir verdad, muchas de las estrategias arquitectónicas de nues-tros tiempos tienen su origen en estos procesos naturales que algunos arquitectos en-tienden como los únicos realmente puros y orgánicos.

Pero es interesante ver cómo algunos animales como los perros o los gatos pueden llegar a desarrollar toda su vida en entornos proyectados para personas, siempre con sus particularidades por supuesto. Los gatos tienden a buscar zonas elevadas, cornisas puntiagudas y caminos sinuosos, mientras que los perros son más prácticos para su fisionomía y necesidades. Sin embargo, ambos se adaptan a la perfección a nuestro refugio, o lo que nosotros denominamos vivienda. Curiosamente, los perros pueden lle-gar a sufrir un proceso parecido a los humanos con la pirámide de Maslow, una vez cubiertas sus necesidades básicas, aspiran a más; una vez que tienen un techo, buscan una alfombra, cuando encuentran donde tumbarse, buscan un sofá y cuando ya tienen pienso a diario, buscan las sobras de pollo de su dueño. La evolución canina asociada al ser humano los ha hecho realmente expresivos, con gestos y miradas que a veces rozan la sensación de que una persona diminuta vive en el interior de esos cuerpos peludos. Quizás por eso podemos llegar a interpretar algunos sentimientos y emociones que manifiestan, incluyendo el espacial. Circunstancia que no sucede muy a menudo en personas adultas. Seguramente, en este punto, los perros y los niños son bastante parecidos, sinceros y auténticos, sin filtros ni prejuicios. Cuando un niño entra en su caseta del árbol siente privacidad y autonomía, circunstancia que puede replicarse en el animal, siempre dependiendo de su raza y carácter. Muchos de los arquitectos estrella de hoy en día como Toyo Ito o Kazuyo Sejima han diseñado su propia casa para perros y su único punto de partida consistió en definir el tipo de cliente, es decir, la raza del perro. Porque cada uno tiene sus peculiaridades y no debería ser igual la caseta de un Border Collie que la de un San Bernardo.

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