¿Cursillos prematrimoniales? ¡Claro que sí!

Hubiera sido emocionante concluir con que el 69 estuviera dedicado a consumarse si así lo deseaba la pareja

La primera vez que los hice fue interesante escuchar a una pareja de recién casados que nos vino a hablar "del misterio del amor de Cristo". Amar afectiva y efectivamente es, efectivamente, algo misterioso. Pero, ciertamente, aquella charla entró en bucle y, más que misterio en sí, terminó siendo como esa Botella de Klein, objeto tetradimensional, en la que puedes entrar cómodamente, pero de la que no hay otra manera de salir que rompiéndola. O sea, que hubo que optar por no hacerles más preguntas a aquella pareja de enamorados, pues empezábamos a parecer un método alternativo de tortura disfrazados de jóvenes con intereses casaderos.

Y es que darle contenido reglado a un curso para quienes se van a casar, por el rito católico o no, no es tan fácil como organizar una sesión de "mindfulness", "coaching" o similares. Ni tan siquiera se sustenta sobre un profundo "chicos, mucho ojo, ¡que vais a abandonar vuestra zona de confort! Estad seguros, ¡por Dios!, de lo que vais a hacer". No, no es fácil. Pero ni tan siquiera nos explicaron eso de que, según el Código Civil de 24 de julio de 1889 -y sus sucesivas modificaciones- la igualdad en derechos y deberes se recoge en su art. 66, que el respeto y la ayuda mutua y la actuación en interés de la familia lo dice el 67, ni que obligadamente hay que vivir juntos, guardando fidelidad y socorriéndose la una a la otra parte, según el art. 68. Hubiera sido emocionante concluir con que el 69 estuviera dedicado a consumarse si así lo deseaba la pareja…; pero no, el art. 69 dice otra cosa.

Yo mismo aplaudo la idea de la importancia de que sí, que hay que compartirlo todo, "pero bebiendo (según Khalil Gibran) cada uno de su propia copa". O dicho de otro modo, que (por ejemplo) la separación de bienes es imprescindible para que cualquier problema no termine desembocando en "una guerra de los Rose", con intereses inconfesables o inconfesados. Y es que darse, entregarse a la otra persona, sin un verdadero entrenamiento, es algo más que desaconsejable. Porque qué bien suena lo de "hacerse una sola carne" cuando la perspectiva es puramente material (… costaría pensar que fuese sólo espiritual cuando, al fin y al cabo, la entrega total se hace entre dos cuerpos completamente en pelotas). Suena bien, pero con el primer compás. En la composición musical final puede sonar a un desafino completo. Y todo eso, alguien debe explicarlo antes.

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