Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

Debatiendo en el metro

No son los ministros de pasear solos, salvo que su jefe de prensa lo organice para inmortalizar el momento

Nodecidir también es decidir. La cuestión reside en si ese no hacer es consciente y responde a una estrategia meditada o sólo es reflejo de incapacidad, cobardía, insensatez o mera procrastinación en espera de tiempos mejores. La realidad es tozuda. Frente a los problemas, sea cual sea su magnitud, no caben más que dos opciones: o nos enfrentamos a ellos y les damos solución o aprendemos a convivir con sus consecuencias. Pero lo que resulta inadmisible es abdicar de la propia responsabilidad, voluntariamente aceptada cuando has concurrido a unas elecciones, y trasladarla a quienes te dieron su confianza. Es una irresponsabilidad política y una muestra evidente de la puerilidad de nuestros políticos.

No hay nada más falso que un candidato besando niños en un mitin. Por eso llama la atención que la ministra de Justicia intente convencernos de que en sus viajes en metro y autobús la preocupación de los viajeros es el bloqueo político del CGPJ. No hay nada más silencioso que un transporte público a las siete de la mañana y nada más extravagante que ver subir al mismo a un miembro del Gobierno rodeado de escolta y asistentes. No son los ministros de pasear solos, salvo que su jefe de prensa lo organice para que algún fotógrafo inmortalice el momento. También la vicepresidenta Díaz acabó disertando sobre la cesta de la compra en el mercado. Y conste que esta fantasía al menos es creíble. Cualquiera que pasee por la plaza de abastos acaba comentando qué sube y qué baja, de qué hay y de qué no y de lo caro que está todo. Pero lo del CGPJ y el metro es tan delirante como un debate sobre la conciliación escolástica de razón y fe en una juerga flamenca al despuntar el alba.

La cuestión es que ni el foro de debate es el metro, ni el lugar donde llegar a acuerdos el mercado de abastos. Aunque nunca esté de más que los políticos se manchen los zapatos en la calle en vez de pisar moqueta. Lo que demuestran estas dos anécdotas es que el Gobierno no cumple con sus obligaciones y la oposición tampoco. No llegan a acuerdos porque no quieren. Ni unos ni otros. Y lo triste es que su única obligación es dar cumplimiento a los mandatos constitucionales. Igual hay que recurrir al ejemplo del gobernador de Viterbo que encerró bajo llave a los cardenales y les redujo la dieta a pan y agua hasta que eligieron Papa tras dos años largos de sede vacante y disputas, dando origen a la tradición del Cónclave.

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