Defendamos la lengua española usándola bien

Neologismos, eufemismos y contradicciones absurdas no nos hacen más modernos: nos dejan indefensos

Cuentan que uno se quejó al médico de dolores en la espalda. El galeno le diagnosticó lumbalgia y tan amedrentado y contento marchóse a casa con el nombre del dolor y unas píldoras de la botica: "lumbalgia" es dolor de lomos, pero en griego y latín, que suena más serio aunque cure lo mismo. En este mundo nuestro, el neologismo se usa como eufemismo, otra palabra griega que suena de maravilla y significa, simplemente, "hablar bien", con el mismo prefijo que "eupéptico", "eugenesia" o "eutanasia".

Cuando hablamos, establecemos una comunicación con quien recibe el mensaje, sea un grupo de personas, una sola o nosotros mismos. Hablar es intentar entenderse con otros; imponer nuestras expresiones a los demás no es hablar, sino agredir con la lengua. No me refiero al empeño de algunos por cambiarle el significado a los vocablos a golpe de Decreto-Ley ni a algunas campañas más cargadas de ansia de notoriedad que de razones. Están abocados al fracaso porque la lengua es el instrumento más democrático: ni cambian las palabras sin que los hablantes lo aceptemos ni se mantienen tal cual si decidimos que indiquen otra cosa. Hablo, pues, de una forma mucho más práctica de manipular el lenguaje: los neologismos, palabras nuevas, y los barbarismos, las palabras extranjeras.

Gran poder tienen las palabras para ensombrecer la realidad o disfrazarla. ¿Confiaríamos en un cosario que nos trajera un paquete de La Amazona tras encargarle por Entrerredes la gestión con un ingenio movido por La Manzana o El Mediohumano? ¿No son igual un ajuste presupuestario y un recorte de fondos públicos? ¿Acaso no es lo mismo soltar bulos, patrañas o paparruchas que "fake news" o "alternative facts"? Como las palabras nos piensan, se introducen expresiones que parecen otras y se revisten de la respetabilidad de la ignorancia. Hacemos un "brunch", vamos al "shopping", nos convertimos en "runners", esperamos a las "mid-season sales", sobrevivimos en entornos "COVID-free" y nos exigirán que no hablemos de camas de matrimonio por no incurrir en modelos léxicos inaceptables para personas sexualmente no binarias. Neologismos, eufemismos y contradicciones absurdas como la "nueva normalidad" no nos hacen más modernos: nos dejan indefensos aparentando lo que no somos a ver si nos ama quien nos desprecia. Para bien defender la lengua española, empecemos por usarla bien en vez de convertirla en carne de meme.

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