Diario de un atasco

Como suele suceder en los cuarteles en tiempos de paz, el aburrimiento hay que matarlo con algo

Vviernes. Nueve de la mañana. Tras escuchar las noticias de primera hora, no quedaba más remedio que destensar la situación buscando una emisora de radio con música que apaciguase a las fieras, en este caso, a los conductores de los cientos de vehículos que nos vimos imbuidos en una tediosa e insoportable retención en la autovía A-7. De repente sonó "Mire como dice mi tacatá, que empiece la fiesta, tacatá." Para eso estábamos todos, para un tacatá. Llevaba media hora de atasco por entonces, pero otros llevaban ya tres cuartos de hora. Citas aplazadas, reuniones a las que no se llega, atrasos en las entradas al trabajo, trayectos de viaje paralizados y otras tantas más rutinas torcidas.

Como suele suceder en los cuarteles en tiempos de paz, el aburrimiento hay que matarlo con algo. Echaba una mirada a un lado, mirada al otro. Todo muy variopinto. Una conductora acicalándose con su set de maquillaje. Un transportista echando vistazo al móvil. Unos padres desesperados mientras dos pequeños montaban un cirio en la parte trasera del automóvil. Curiosidades, unas cuantas, aunque sin mayor trascendencia fuera de esta ratonera automovilista ¿Saben ustedes que la posición de balizas y otras señales fluorescentes en los muros de la vía no guardan la simetría que aparenta cuando conducimos, o que los muros del túnel están agrietados? Súmenle la escasa o nula conservación de la vegetación de las medianas de la carretera, desconozco si por dejadez o nula rentabilidad.

Se puede constatar también lo incívica, por no decir guarra, que es la gente, ya no sé si los que conducen o van con ellos en el coche, o, en su caso, aunque espero que no, los operarios de la autovía. Y no hablo de las numerosas partes de chasis que por allí pululan, parachoques o restos de neumáticos destrozados. Lo digo por las botellas de vino, latas o botellines de cerveza que yacen abandonadas.

Sea como fuere, al final, casi una hora después, pude por fin salir del atolladero. A todas luces, demasiado tiempo, se mire por donde se mire, y aunque el accidente que lo provocó fuese importante. No puede ser que la principal vía de nuestra provincia quede totalmente cortada durante ese plazo. Deben, o debieran, existir protocolos o planes para estos sucesos. Me niego a creer que, a día de hoy, todo sea fruto de la improvisación, porque se despreciaría indignamente a las personas.

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