Un mes ha transcurrido desde el fin de la Feria de Almería. Tiempo suficiente para hacer balance con cierto sosiego, la pertinente mesura y lejos del acaloramiento del final de la bulla y la jarana, de unas fiestas venidas a menos, en el que el ambiente y la participación pos pandemia ha sido lo más reseñable. La Feria de Almería lleva demasiado tiempo anclada en los mismos argumentos, sin cambios aparentes, con necesidad de renovarse y con extrema dificultad para hacerlo.

Lo importante no es la crítica fácil a lo que pudo ser y no fue, sino poner negro sobre blanco una propuesta creíble y factible para iniciar un proceso de cambios, que confluya en la recuperación del alma de la fiesta, que parece que se diluye. Imagínense una balanza de las de antes, de aquellas que tenían dos platillos. En uno se situaba el peso y en otra el producto. ¿Lo tienen? Pues ahora vamos a poner en un lado lo positivo de la Feria: como final de verano la fecha es casi perfecta. El colofón a las vacaciones de los que aquí habitamos y de los que nos visitan y la participación ha sido notable. El fin de la pandemia y las ganas de bulla y jarana han permitido que el ambiente no haya decaído en los lugares habituales, aunque no coincidan en todos los casos.

El programa ha sido “aseado”. Completo de aquella manera, que no se pueden poner “peros”, aunque sin sorpresas gratas

El programa ha sido, por llamarlo de alguna manera “aseado”. Completo de aquella manera en la que no se le pueden poner “peros”, pero tampoco se ha significado por sorpresas gratas, capaces de atraer como un imán a los ciudadanos a acudir en masa. Lo negativo pasa por no ver una sola luz en el centro que indicase que había Feria. Ya se que estamos en tiempos de ahorro y que puede ser la justificación. Pero la Feria del Mediodía y los actos del centro parecían uno más de los que se celebran de forma habitual. Ver los ambigús, con barras de chapa, pocos farolillos y tablas y maderas para conformarlos sin criterio alguno quitaba las ganas de tomar algo al más amante de la fiesta. Unificar criterios y buscar la armonización puede ser una oportunidad de avanzar en mejoras. Sólo hay que irse a ferias como las de Santander o nuestros vecinos de Granada, por ejemplo, y visualizar criterios.

La noche, con un recinto alejado del centro, tiene difícil solución. Al margen de la calle del infierno, con atracciones y puestos de comida, tómbolas y demás, las casetas han firmado este año una prematura defunción. Más allá del ambiente, regulero, de la Municipal, vemos que con el paso de los años las tradicionales han ido desapareciendo en la misma medida que las asociaciones y organismos se han alejado de un recinto triste, solitario y en el que han escaseado las familias, las de toda la vida, que esperaban la llegada de la fiesta para adentrarse en el mundo de la bulla nocturna, en el que el sonido ambiente se mezcla con mil olores, atrapándote en jornadas interminables en las que el rebujito, la música y los amigos se hacen eternos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios