Analizar realidades intangibles, como de hecho es la realidad política, sin arriesgarse al desencuentro es empresa no ya compleja sino inverosímil. Aunque a la vez es un riesgo inherente a la realidad fáctica de opinar en prensa, así que no rehuiré, tampoco hoy, aventurarme a conjeturar que Puigdemont no es un suicida vocacional. Y que las escandalosas regalías que va le exprimiendo a Sánchez se justifican más por la ceguedad de éste que por el arrojo del prófugo. Porque a ver, si vemos a un tiillo que se escabulle dentro de un maletero en cuanto pintan solo bastitos, lo primero que cabe inferir es que es un tío práctico, un resiliente de libro a la hora de adaptarse al entorno. Que de paladín tiene lo justito, oiga, que los indómitos, tipo Navalni, más que en cómodos Waterloos, viven presos. Y eso cuando viven. Un dato que revela un rasgo de personalidad, tal vez infravalorado por los apocados consejeros sanchistas: un prójimo que huye en un maletero por si lo empapelan (que con un Rajoy pusilánime, el detonador de los arrestos ulteriores fue, justamente, la estampida y fuga puigdemónica), no es un ofuscado que priorice su ideología sobre su interés personal. Su perfil, por el contrario, se ajusta más al formato fanfarrón que se envalentona solo ante quien ve débil o necesitado (de virtudes) y ahí se viene arriba: o me das la amnistía o te quiebro la investidura. Aunque ¡ca!, tengo para mí que el personaje no hubiera propiciado nuevas elecciones si no se le hubiera cedido, tan torpemente, la impúdica amnistía ad hominem que tramita al dictado del agraciado. Porque lo primero que un ventajista práctico se plantea es: ¿cuándo voy a encontrar otro político tan fatuo que me dé tanto a cambio de tan poco, amnistía, competencias, fondos..? Y sin renunciar siquiera a volver a las andadas. Así que de lanzarse a repetir elecciones que podría ganar un Feijóo que le negó esa misma amnistía antes de asumirla Sanchez, nada de nada. Ni lo hizo ni lo hará, al menos hasta que no atisbe algún provecho a cambio. Como puede ocurrir a partir de ahora, con el prestigio acumulado por las delirantes gangas arrancadas a fuer de amagos vacilones. Y lo peor es que los nuevos peajes enunciados seguirán debilitando al débil, ya rendido: mientras siga cediendo, pues a seguir pidiendo. Un juego de astucias entre apostadores natos a ver quién gana más o pierde menos. Eso sí, jugando con recursos ajenos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios